El Matador le juega de igual a igual a los grandes y les gana. Belgrano extraña su mejor versión.

En el fútbol, las tristezas ajenas suelen ser las felicidades propias. En Córdoba hay una muestra gratis de esta conducta tan propia del argentino y de su manera de vivir el fútbol. Los hinchas de Talleres que el sábado se fueron del Kempes extasiados tras el 4-0 sobre River, tuvieron un domingo de TV para dibujarse sonrisas con el 0-4 de Belgrano ante Boca en La Bombonera.

Aunque el hincha menos emocional y más analista podrá ver lo que la ceguera de la cargada por irritar al adversario puede ocultar: lo más valorable de Talleres es lo que perdió Belgrano, lo que más debe festejar Talleres es lo que no puede disfrutar Belgrano en los últimos tiempos.

Esto es, la capacidad de jugar ante los grandes y los mejores equipos del medio con el aplomo y la capacidad de saberse en condiciones de sumar, con chances de ganarles.

Hubo un tiempo en que ir a Buenos Aires era un drama para los equipos cordobeses. Sobre todo en los ‘90 y los primeros años del nuevo milenio. Hasta que llegó la revolución de Belgrano después de la memorable promoción ante River en 2011 y, desde entonces, la postura de la “B” cambió. Al punto de ganarles a todos los grandes en sus estadios.

Hace un tiempo que Belgrano dejó de ser el Belgrano saca pecho en todos los estadios hasta llegar a ser este Belgrano que va a La Bombonera esperando tener el mejor día de sus futbolistas y que el rival tenga el peor de los días de los suyos. Talleres, desde el ascenso de 2016, viene con postura irreverente hacia todo y todos los equipos grandes.

Es una necesaria confianza en sí mismo, que lo saca del lugar de sentirse menos ante unos pocos para empezar a ser más que muchos. Ganó en la Bombonera al Boca que tiene la misma base que dejó chiquito a Belgrano. Se sacó de encima al River juvenil cuando la condición del rival podría haber sido un drama. Es lo que el hincha de Talleres debería estar valorando.