El arquero Valentín Brasca fue la figura en el triunfo de la “T” contra Quilmes y fue ovacionado por el público en barrio Jardín, donde vive desde siempre.

¿Cuántos chicos que empiezan a jugar al fútbol desde pequeños sueñan con hacerlo en el club del cual son hinchas y recibir una ovación en un estadio repleto? Miles lo anhelan, pero pocos lo logran. En la noche del jueves, el arquero Valentín Brasca vivió en carne propia lo que soñó desde chico, al ser la figura de Talleres en el triunfo 2-1 sobre Quilmes.

"Olé, olé, olé, olé... Brasca, Brasca", fue el canto que se oyó en la renovada Boutique, en uno de los momentos que el arquero albiazul grabó en su mente cuando se dirigió al arco que da a la cabecera sur y recibió una ovación de la hinchada.

"Es una sensación muy rara. No se puede explicar porque son sensaciones y no hay palabras. Es muy lindo que la gente te reconozca el trabajo que hacés", afirmó el arquero, que lleva disputados 14 partidos en la "T" y que recibió 17 goles.

–No jugaste muchos partidos, pero igual la gente te quiere...
–Sí, eso me sorprende y me llena de alegría y orgullo. Cuando era chico y estaba en las inferiores veía por ejemplo a Mario Cuenca cuando iba al arco y la gente lo ovacionaba. Pensaba: "Mirá qué lindo", y ahora me está tocando a mí el reconocimiento de la gente. Es muy lindo.

Brasca, de 21 años, vive en barrio Jardín, a 15 cuadras de la Boutique, y recuerda que algunas veces iba a entrenarse en bicicleta al predio de avenida Circunvalación. "En Talleres empecé a jugar a los 9 años, pero mi papá me llevaba a la cancha de antes", dice Valentín, que tiene a su hermano Federico, que ataja en la sexta de la "T" y con quien vivió en Buenos Aires, y además posee el apoyo permanente de su padre, José Luis. "Viene a todos los entrenamientos, me sigue, me apoya. Como casi no me pudo ver en los cuatro años que estuve afuera, ahora se está sacando el gusto", comentó el "1".

Es que la carrera de Brasca tuvo muchas vueltas antes de poder jugar en la primera de Talleres. "Estuve aquí desde los 9 años hasta los 17, de ahí me fui a Ferro. Estuve tres años y medio en Buenos Aires y volví", contó.

"Cuando estaba en Talleres, me agarró la loca un día y me fui a probar a México, al Pachuca, pero me volví porque no tenía el pase. El año pasado, antes de venir a Talleres, mi representante me llevó a Inglaterra, al Liverpool, donde estuve entrenándome a prueba un mes y medio. Después volví, estuve en River, volví a irme a España, al Levante, y llegué a Talleres de vuelta", recordó.

–¿A qué se debieron tantos viajes?
–Estaba muy ansioso. Me quería ir a jugar a Europa, que siempre fue mi sueño. Veía una posibilidad cierta y concreta, me llamaba la atención y decidía irme. Es otra sociedad, otra cultura, otro nivel de vida que me gusta mucho. Aunque volver para jugar a Talleres también era una cuenta pendiente.

–¿Qué significó el haberte ido siendo tan chico?
–Hubo situaciones que me hicieron madurar de golpe, como irme a vivir solo de chico; pero muchos jugadores lo hacen, así que no es nada raro. Estaba de tercer arquero en Ferro y se lesionaron los otros dos (Martín Ríos y Carlos Bangert) y debuté en la cancha de Chacarita Juniors a los 18 años. Eso te va marcando cómo es mi vida. De tercer arquero, en dos partidos terminé jugando un partido importante que empatamos.

"Me tocó debutar en San Martín de noche. Me fue muy bien, salí figura de ese partido", agregó Brasca sobre el 2-2 de Chacarita y Ferro del 9 de diciembre de 2004.

En la "T", Brasca debutó en la segunda fecha del presente torneo, con Salvador Capitano como DT. Luego, Rubén Insua recién le dio el buzo titular contra Ferro y Tiro Federal, cuando Damián Grosso había sido despedido. Después, en la segunda rueda, estuvo postergado por Antony Silva hasta que Ángel David Comizzo le dio una nueva chance. "Siempre se pelea por un puesto. Con Antony disputamos el puesto dentro de la cancha, pero afuera somos amigos. Las cosas están claras y se pelea el puesto lealmente", señaló "San Valentín" de barrio Jardín.