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Iván Borghello, autor de dos goles, acaba de marcar de penal el segundo tanto de Talleres, que fue muy superior a la Gloria..
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Maidana gana por arriba entre Saad, de Instituto, y su compañero Basualdo. El capitán albiazul agradeció el apoyo del público albiazul y convocó a la unidad de los hinchas. Foto: LaVoz / Antonio Carrizo.

Joaquín Balbis
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Talleres ganó y gustó. El 2-0 no reflejó la diferencia que la "T" estableció sobre Instituto.

Para Talleres e Instituto será difícil olvidar este último día de agosto de 2007. Para la “T”, porque en la tarde-noche de ayer cumplió muy bien su libreto, ganó con asombrosa claridad y les regaló un festival a sus hinchas. Para la Gloria, porque se vio superado en todos los aspectos del juego, perdió el segundo clásico en seis días y quedó inmerso en una marcada preocupación.

El 2-0 final no reflejó en plenitud la superioridad que Talleres demostró desde que comenzó el partido. El ganador afrontó el compromiso con la determinación imprescindible con la cual hay que encarar este tipo de cruces, y por eso impuso condiciones desde el inicio. Y si debió esperar hasta los 29 minutos del segundo tiempo –cuando Borghello, de penal, puso el 2-0– para estar seguro de que el clásico sería suyo, fue sólo porque le faltó precisión en los últimos metros para reflejar con más exactitud en la red la superioridad que sí mostró en su rendimiento.

Uno sí, otro no. La ambición de Talleres se vio facilitada por la inconsistencia de Instituto, que padeció demasiadas actuaciones individuales de muy bajo nivel. La “T” marcó supremacía por afuera (Buffarini y Dolci fueron mucho más que Buján y Riggio) y desequilibró a partir de su tridente ofensivo, donde se destacaron Miralles, por la inteligencia y eficiencia de su andar, y Borghello, quien se transformó en una verdadera pesadilla para la última línea albirroja.

Cuando Miralles cortó con maestría un pase para que Borghello desairara a Pozo y pusiera el 1-0, Talleres ya había acumulado méritos suficientes para estar arriba, y eso que sólo iban 13 minutos de juego. La Gloria estaba apabullada, desorientada y sin rumbo, al punto que se sucedieron tres ocasiones más en las cuales la “T” podría haber aumentado.

No cerrar el juego fue el gran error del ganador en el primer tiempo, porque Instituto tuvo alguna aproximación al arco de Brasca e incluso podría haber gozado de un penal a favor si el flojísimo árbitro Alejandro Sabino no interpretaba como casual una mano de Torsiglieri en el borde de su área.

Peor todavía. A la Gloria el panorama se le terminó de complicar a los 4 minutos del segundo tiempo, cuando Riggio cerró con una roja su lamentable participación en el clásico. Y Talleres, que 11 contra 11 ya había marcado diferencias, encontró más espacios para hacer circular la pelota a partir del buen destino que ayer le dieron varios de sus hombres.

Hubo una falta a Maidana en el área que Sabino no vio y luego Pozo se lució ante Miralles. Tras esa jugada se percibió cierta intranquilidad en los hinchas locales, que entendían que su equipo hacía rato debía tener el clásico en el bolsillo. A la impaciencia se le sumó una tibia reacción de la Gloria, que con vergüenza intentó inquietar a Brasca.

Y en realidad lo logró, pero fue un espejismo que duró un segundo. Maidana jugó la pelota para atrás, a Brasca le picó mal y se le fue al córner. Del entusiasmo albirrojo nació el 2-0 albiazul, porque el rechazo del tiro de esquina derivó en una contra letal de Talleres que dejó a Cuevas mano a mano con Pozo y el arquero debió derribarlo.

Borghello ejecutó el penal con precisión y le dio cifras algo más coherentes al partido. Desde entonces, el espectáculo pasó a estar en las tribunas, donde los 30 mil hinchas de la “T” deliraron con una alegría incontenible y merecida de punta a punta.