-
Sin consuelo.

Daniel Potenza /
[email protected]

Talleres tropezó feo en el umbral del torneo. No le alcanzó con las ganas para disimular errores groseros. Platense fue más y el 4 a 2 es lógico. Hubo mucha gente y otra vez se acordaron de Granero. La realidad sigue siendo idéntica al torneo anterior.

Talleres reinstaló un escenario conocido. Y sufrido. Ese que lo acompañó en toda la temporada anterior. Con las mismas características. Es decir, con el termómetro que mide el humor de su gente subordinado a la producción deportiva. Y ocurrió lo de siempre. Volvió a jugar mal. No mostró ningún crecimiento futbolístico, a pesar de presentar en sociedad un plantel totalmente nuevo y más allá de las ganas, del ímpetu para correr, meter o intentar, volvió a perder, a otorgar muchas ventajas defensivas, corroborando que falta mucho trabajo para ensamblar un equipo con cierta solidez en todas sus líneas.

Lógicamente, con la llegada de los goles de Platense que, dicho sea de paso, terminó ganando bien por 4 a 2, la gente volvió a poner la figura del gerenciador otra vez en el ojo de la tormenta. Cualquier parecido con el torneo pasado NO es pura coincidencia.

Con todo esto, Talleres vivió de nuevo una tarde olvidable: perdió de local en un arranque poco auspicioso, le facilitó las cosas a Platense con un par de errores demasiado groseros y para colmo, uno de los goles del elenco «Calamar» lo hizo Pablo Mannara, quien tuvo un paso horroroso por Talleres el año anterior. No pudo haber sido peor.

Antes de los 10´, Platense ganaba con un gol a medias entre el viento y la ingenuidad de Dulcich. Vega, de buen partido, tiró un centro, la pelota se elevó, se suspendió en el aire y bajó de golpe sorprendiendo al arquero albiazul.

-
Platense festejó cuatro veces.

Ese impacto le permitió al elenco de los Motta acomodarse con tranquilidad a los vaivenes del juego y le duplicó la obligación y los nervios a Talleres. Y ahí, quedó planteado con claridad el libreto de cada uno. Talleres herido, fue a buscar a Migliardi pasado de rosca y el «Calamar» con el perfil de los equipos del veterano entrenador (Rodolfo Motta) jugó con sobriedad, con orden. Apostando a la línea de tres en el fondo y mucha gente en el medio, con Madrid o Ribolzi más liberados para subir y un par de puntas para acelerar. Talleres, que también había optado por poner muchas piernas en la mitad del terreno, careció de solidez: para jugar y especialmente para recuperar. Tanto fue así que a la falta de volante que se hiciera cargo de la pelota de mitad hacia arriba (Azcurra era el encargado pero no siente esa función) se sumó que, a la hora de luchar para imponer condiciones en el medio, Cabrera y Basualdo perdieron siempre con Rojas y Alvarez. Entonces ganando, esperando tranquilo y sólido en el medio, Platense sólo aguardó tener espacios para sacar más diferencias en la red. Talleres buscó, es cierto. Con Quiroga y su habilidad por la izquierda y con algunos intentos de Borghello que, aún sin asistencia, se las ingenió para combatir con el fondo “calamar”. Así tuvo dos chances claras para empatar y no ligó. En una, Gonzalez la sacó en la línea tras un remate de Cuevas y en la otra, un derechazo del propio Cuevas rozó en Barsotini y se fue al corner.

En los últimos 10´, Platense comenzó a solidificar una victoria que no se discute. Se perdió dos muy claras en los pies de Madrid y Ribolzi y a los 40´, tras una doble tapada de Dulcich a la salida de una gran jugada colectiva, Madrid puso el segundo.

-
La fortuna no acompañó a Héctor Cuevas frente al arco y Talleres lo lamentó.

En el complemento, Talleres tuvo el mejor cuarto de hora del partido. Por actitud, por enjundia, por las ganas de Bufarini y por la aparición de Borghello mejor rodeado y favorecido con la decisión de Platense de pararse más cerca de Migliardi. Como producto de ese buen arranque del parcial, Borghello achicó las distancias y Talleres quedó ahí del empate. Por temperamento más que por merecimientos futbolísticos. No obstante esa reacción albiazul, Platense, que siempre había sido el más entero y sólido de los dos, dejaba entrever que en cuanto se lo propusiera, se adelantara unos metros, podría aprovechar aún más los desacoples que Talleres tuvo en el fondo de su defensa. Y así fue. Rivera se durmió ante el grito de Maidana de dar un paso adelante, habilitó a Vega que la corrió, la dominó, tocó hacia atrás y Barrionuevo que le arrancó el arco a Dulcich. Después apareció Mannara para poner el cuarto lo que ya fue mucho para el sufrido hincha albiazul.

Talleres salvó la ropa, su dignidad y atenuó la reprobación de su gente con el orgullo que ofreció en el final. Miralles dibujó un resultado más decoroso con un tiro libre fenomenal y sobre el cierre, Borghello o Cuevas pudieron achicar al mínimo la distancia en un marcador que siempre sonrió a los de Vicente López.

Perdió Talleres. Por errores propios. Con una estructura que aumentó el margen de preocupación aunque maquillada por la entereza con que, en algunos pasajes, luchó para cambiar la historia de este partido. Ganó Platense. Aprovechando al máximo lo que el partido le ofreció, jugando, por momentos, en buen nivel y facturando duramente las ventajas de un Talleres en plena formación.