Eduardo Eschoyez / [email protected]

No logramos superar el tremendo impacto que nos depara el cierre de la temporada de la B Nacional. Realmente duele y confunde ver a Talleres e Instituto, dos equipos con historia en Primera División, con muchísimos más hinchas que la mitad de los que juegan los domingos, reducidos a esta mínima expresión que los vincula no con el ascenso obligado, sino con el descenso inesperado.

Uno busca explicaciones y no las encuentra. ¿Qué pasó? ¿Es posible que los jugadores se hayan olvidado de jugar? ¿O es que los entrenadores que pasaron son tan malos? Suele decirse que un buen entrenador puede lograr que un grupo de discretos futbolistas juegue en forma aceptable. Y que uno malo es capaz de conseguir que buenos jugadores jueguen mal.

Talleres e Instituto no son orquestas de primer nivel, pero armaron sus planteles con elementos elevados para la categoría, con jugadores cotizados y que imponen respeto. ¿Dónde están?; ¿cómo se explica esto que pasa?; ¿tanto más tienen Olimpo, Rafaela y Defensa y Justicia? Los números plantean diferencias escandalosas.

Para entrarle a la crisis, indudablemente que hay motivos mucho más complejos que una pelota que pegó en el palo y no entró, o que un equipo no "haya ligado" un día. Ni el más pesimista de los hinchas podía suponer que la pobreza futbolística iba a alcanzar tal magnitud. La realidad no es cruel; sólo que no tiene remedio.

Córdoba vive, desde hace bastante tiempo, el incesante vaciamiento de sus clubes, una situación que repercute en las canchas como una consecuencia lógica. La película que no queríamos ver está acá, lista, contundente, en exclusiva. Mostrándonos cómo Córdoba ya no tiene ni la capacidad de producir sus propios jugadores. Tal vez hasta nos embargaron la facultad de sorprendernos y ni cuenta nos dimos.

Cada comienzo de temporada nos propone el mismo fenómeno: llegan contenedores llenos de futbolistas recomendados de dudosa calidad, nunca tan buenos como para justificar que se haya dejado de mirar lo que se produce en nuestros torneos chacareros. Con los entrenadores, igual. Los de acá dejaron de servir hace mucho, parece... Al diagnóstico ya lo conocemos: al cordobés le lesionaron el sentido de pertenencia. Y eso no se cura con parches.

Sólo nos queda confiar en que se aprenda la lección. La certeza de que Talleres no cayó más abajo y sigue en la B Nacional, y la esperanza de que Instituto encuentre la fuerza para superar este mal trago, son las noticias que uno espera como alivio.