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Un equipo derrotado.

Daniel Potenza /
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El peor Talleres de la historia volvió a perder, ahora con Capitano en el banco. Cumplió una rueda sin victorias y su realidad es cada vez más angustiante.

Talleres despejó todas las dudas. Por si quedaba alguna, ayer se encargó de disiparla por completo y ya nadie caerá en la equivocación al señalar que éste es el peor equipo de su historia. No hay vuelta que darle. Ya no hay manera de maquillar esta terrible realidad albiazul con aquello de «que hay plantel, hay buenos jugadores pero están pasando un mal momento individual» como creyeron (creímos) muchos en los albores del torneo, cuando parecía que la sequía iba ser pasajera, momentánea, efímera o producto de un mal arranque.

Talleres volvió a perder con otro rival mínimo, con las mismas urgencias pero especialmente con los mismos miedos, con idénticas limitaciones para presentarse como un «equipo», como este Almagro que como varios de los que pasaron por el Chateau, observó primero, se plantó luego y se animó al último, cuando advirtió todas la falencias y las ventajas que Talleres da de la mitad de la cancha hacia la jurisdicción de su propio arco. Talleres volvió a perder en Córdoba, hace un campeonato que no gana y por lo visto en este juego ante el elenco «tricolor», ha cambiado poco y nada respecto del que terminó tirando a Ricardo Gareca por la barranca.

Todo lo que pasó en la desapacible tarde del Estadio Córdoba corrió por cuenta del elenco albiazul, que volvió a mostrar una endeblez tan llamativa en lo conceptual, en lo futbolístico y en lo táctico, que terminaron por agotar la paciencia de los tres o cuatro mil héroes que fueron a hacerle el aguante e hicieron pensar que en este plantel hay jugadores que no merecen integrar una lista de buena fe. Por su precariedad, por sus torpezas, por su noviciado y por la falta de criterio e inteligencia para saber cómo se lee un partido y cómo se hace para que no le saquen la comida de la boca, equipos de menor cuantía que llegan, se agrandan, se animan y se van después de haberle metido, sin ningún problema, la mano en el bolsillo.

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Diego Ceballos tuvo en sus pies el tanto de la victoria, pero falló. Talleres sigue sin victorias en el 2007.

A la hora del balance, Capitano entendió que por lo hecho, especialmente en el primer tiempo, Talleres no mereció perder y a lo mejor tenga algo de razón. Pero fue tan escasa su inteligencia para sacarle provecho a su mejor momento en el juego que terminó pagando un altísimo precio a los horrores que cometió.

A ver: En la media hora inicial del primer tiempo Talleres hizo un esfuerzo enorme por manejar el partido con Giménez bien parado en la mitad aunque sin compañía a la hora de asegurar el traslado porque Medina, además de no ayudar en nada para la recuperación le dio todos los balones a los rivales, redondeando una tarde nefasta. Así y todo Talleres fue más. Por el pibe Quiroga y su entrega por la izquierda, algunas apariciones de Pereyra por el otro costado y los chispazos de Garay en el intento de acompañar a Ceballos en los últimos metros. Como producto de ese mejor andar, Quiroga la clavó de cabeza tras un centro cruzado, perfecto de Pereyra desde la derecha. Iban 31´ de la etapa inicial y parecía que por fin, con el respaldo de ese gol, Talleres se tranquilizaría y pasaría a jugar con los nervios y la responsabilidad del rival. Pero no fue así. Como siempre. Almagro se reacomodó y encontró a Sparapani en el partido que hasta esa altura había hecho bastante poco. El «diez» se durmió en una contra y Gill se la sacó de atrás y a los 42´ el equipo de Bianco «amasó» un gol que contó con toda la abulia y la desidia de los hombres de Talleres. Pelota en la mitad de la cancha de Chávez, tres jugadores de la «T» que sólo miran, toque a la derecha para Agotegaray, centro, en el otro costado Fredrich que la devuelve al medio y allí, sin problemas, Milla la metió. ¿Mérito de Almagro? Sí, pero con todas las facilidades que le otorgó un Talleres sin nada de solvencia para defender. Uno a uno con este Talleres que de nuevo no supo manejar un resultado.

En el complemento, en el primer cuarto de hora, el local tuvo el partido servido en bandeja y lo dejó pasar. Merodeó, fue hacia el arco de Tauber y en el minutos doce puso a su goleador (Ceballos) debajo del arco, sin arquero y con la sola misión de empujarla al gol, pero el ex hombre de Banfield le pegó mordida, como un amateur y la tiró afuera. Ese desperdicio significó un punto de inflexión, porque Talleres ya no volvería a tener una chance tan clara como esa. Y cuando Almagro tuvo la suya, con un hombre menos porque a los 25´ se fue bien expulsado Martínez, obviamente no la desaprovechó. Primero Fredrich lo pasó como a un poste a Pereyra, sobre la banda izquierda, tocó para Sparapani, quien arrancó casi en la mitad de la cancha, se la llevó, se la llevó, pasó por el medio de una corte albiazul que solamente miró y cuando salió Dulcich (entró por Pozo, lesionado) lo quebró con un remate rasante.

Así ganó Almagro, que se llevó de Córdoba más de lo que vino a buscar. Así perdió Talleres. Que en una rueda entera todavía no aprendió a qué jugar. Que no supo aprovechar cuando ganaba y tampoco supo cómo evitar un nuevo cachetazo que lo consolida en el fondo del abismo. Perdió Talleres. Otra vez. A esta altura de la temporada quedó demostrado que más que un «salvador», lo que necesita es un milagro.