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Un vecino de Alta Córdoba mostrando un "recuerdo".

Laura Leonelli Morey /
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A la renuncia del entrenador y el casi infinito sabor a derrota albiazul, se sumaron los hechos vandálicos que primero hicieron suspender el partido y que luego se trasladaron a las calles para hacer destrozos en las adyacencias del club Instituto.

El escenario de las dos cuadras de las calles Sucre (al 2500 y 2600) y Jujuy (al 2500) fue el mismo: portones de vidrio resquebrajados y autos con abolladuras y parabrisas rotos. Como consecuencia de ello, se estima que la Policía haría un duro informe en el que solicitaría que Talleres juegue, como local, sin hinchas.

Sucedió que los más violentos salieron de la cancha y una vez en las calles se enfrentaron con la Policía y, de paso, provocaron daños materiales contra lo que se topaban. Según los vecinos, los hinchas utilizaron piedras, cascotes improvisados (que lograron rompiendo las veredas) y hasta arrancaron un canasto de la basura que utilizaron para pegarle a un portón.

"Me abrieron el portón y con un pedazo de vereda me reventaron los vidrios del auto estacionado en el garaje. Andaban locos. Hay gente muy buena pero otros no se adaptan. Esto no es deportivo", expresó un vecino, quien se excusó de dar su nombre por miedo a "venganza".

Luego de los desmanes, una decena de vecinos afectados se organizaba –con indignación pero con muestras de civilidad– para contratar un abogado con el objetivo de obtener la reparación de los daños. Este diario detectó al menos siete viviendas y cinco autos con averías. La Policía realizó un acta de inspección ocular con los datos de los destrozos para luego remitirla a la Unidad Judicial correspondiente.

Las víctimas directas esta vez fueron los vecinos pero las indirectas, las mismas de siempre: el fútbol, el deporte y esos hinchas y simpatizantes que todavía asisten a la cancha con la sola esperanza de revivir el triunfo.