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Malagueño pierde con Becerra, el autor del gol de Atlético de Rafaela. Foto: LaVoz / Sergio Cejas.

Talleres 0 - Atl. Rafaela 1


Eduardo Eschoyez /
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Talleres reflejó todos sus problemas en la cancha: jugó muy mal.

Ya no se sabe si lo peor de Talleres es su nivel de juego o la fragilidad de su ánimo. Ayer volvió a lucir demasiado flojito de la cabeza y no tuvo la capacidad de sostenerse entero, con fiereza, con determinación, atrás de la idea que le permitiera salir de las sombras.

Perdió 1-0 por varios motivos. Uno, porque Rafaela es un equipo y jugó como tal, a veces al borde del aburrimiento, pero sabiendo siempre lo que hacía. Dos, Talleres tuvo demasiados fracasos individuales como para creer en una mínima respuesta colectiva. Y tres, su fútbol careció de forma: se defendió con torpeza, no generó desequilibrio y se movió ofensivamente en un marco de tensión e improvisación alarmante.

Terminó lejos de exigir a Rafaela. Sus únicas esperanzas radicaron en la espontaneidad que asomó desde la turbulencia de su fútbol. Allí, en lo impensado, "algo podía pasar". Claro, nunca pasó nada, salvo un desborde y posterior remate de Quiroga, que el arquero Barovero contuvo en dos tiempos y con algo de suerte.

Desde esa jugada, producida al minuto, hasta los 44 del complemento, cuando el partido fue suspendido, lo de Talleres fue un borrador que jamás tomó cuerpo. Las intenciones fueron apenas el testimonio del optimismo de Gareca, reflejadas sobre algún pizarrón: cuatro atrás, con laterales que podían sumar arriba; dos volantes para equilibrar y jugar en desventaja en las marcas; dos mediapuntas abiertos; otro por el centro; un delantero.

Más allá de la lentitud de Gareca para reaccionar con los cambios, Talleres no funcionó porque a sus jugadores les sigue rebotando la pelota. Eso es innegable. Quiso ganar, fue al frente, trató de ser creativo, pero se topó con un Rafaela lógico, que esperó el error y se organizó en torno a un Toranzo superior.

Por eso, lo mejor corrió por cuenta de los santafesinos. Despacito, generaron media docena de chances de gol. Abriendo la cancha, haciendo la pausa, buscando a Toranzo. A Talleres se le acabó la paciencia muy pronto y cayó en la tentación de jugar con el corazón, donde reina el pelotazo y todo se construye con esfuerzo. Y cuando apostó por la triangulación, la crisis de su juego le devoró el vértice ofensivo, que debía ser Ceballos.

En lo flexible que pretendió ser, Talleres creció por Quiroga y Garay, pero se derritió por la derecha, con un insólito Píriz Alvez de media punta sobre la raya. No generó ni una jugada hilvanada, ni dos pases seguidos... Fue inofensivo, luchador, cabeza dura... Demasiado simple para un Rafaela sólido, que hizo todo fácil.

Los números no mienten: 11 jugados, ni una victoria. Lo que queda claro es que Talleres tocó fondo hace rato. Lo de ayer fue la onda expansiva.