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Ricardo Gareca y Diego Garay.
Hugo García / [email protected]

Talleres vive el peor momento de su historia y se permite seguir produciendo "novelas" con argumentos de escaso peso. Ricardo Gareca renunció tras el clásico con Instituto y a los dos días volvió "convencido" de que, al menos, en un partido más, él y los jugadores podrían cumplir con lo que no hicieron hasta el momento. Se fue y volvió, pero con plazos.

"Cuando empiece a entrar la pelota en el arco rival y deje de entrar en el arco propio, en las pocas veces que nos llegan, también cambiará la racha", no parecen ser palabras de mucho peso como para devolverle la entereza para seguir. Y más cuando el propio Gareca repitió que no le encuentra la vuelta a un equipo, al que inclusive llegó a darle fundamentos futbolísticos en algunas prácticas.

Sus razones se amparan en que, en algún momento, sus delanteros dejen de cerrar los ojos para apuntar al arquero cuando estén mano a mano o que sus defensores se equivoquen en el área propia. Y también en no quedar como alguien que abandona el barco en el peor momento.

Pero también deben pasar por ser un DT que consolide un equipo o al menos una de sus líneas (hubo mil cambios y algunos jugadores pasaron por varios puestos) y jugar según lo que se tiene.

Granero lo confirmó porque le dio aire a varios juveniles, pero sobre todo porque la gente "banca" al DT. Y hasta que no haya un veredicto popular, no tocará a Gareca. Salvo que el equipo salga de su indolencia y acepte el desafío de no ser el peor. Porque el torneo no terminó y Talleres puede estar peor.