-
Al recibir un fuerte apoyo, Ricardo Gareca decidió quedarse y hoy reasume en la práctica albiazul.

Opinión / Daniel Potenza

Estoy a favor del cumplimiento y de la continuidad de los proyectos y de los contratos, aunque para no ser necios, es necesario reconocer que hay situaciones límites que llevan inexorablemente hacia la interrupción.

Talleres vive hoy una de esas situaciones que marcan la excepción. Resulta indefendible el sostenimiento de una etapa con una pobre cosecha de tres puntos sobre 24 posibles. Pero más que eso, con la pobreza extrema que futbolística y estructuralmente ha mostrado Talleres en ocho fechas.

Aún así, en defensa de los valores estéticos, el equipo tiene en relación a su historia una deuda más grande en el juego que en la tabla, aunque indefectiblemente una cosa dependa directamente de la otra. Pero en relación a la situación de Ricardo Gareca y a su permanencia en la conducción albiazul, si encontró en la contención de sus afectos y en el respaldo de Carlos Granero los argumentos que le permitan pensar que puede seguir, el «Tigre» debe venir a Córdoba convencido de ello. Con el reaseguro anímico y espiritual como para encontrar el resquicio de la salvación.

Ningún otro técnico podría haber durado tanto en este contexto, pero se trata de Gareca, un hombre emparentado con los momentos más felices del pueblo «tallarín» de los últimos años. Si logra capitalizar esa adhesión y ese cariño incondicional en su propio beneficio, a lo mejor encuentra la claridad que hasta ahora no tuvo y que no logra transmitir a un equipo que nunca supo a qué jugar. Conclusión: Si Gareca sigue, el primer convencido debe ser él.