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Se viene el latigazo de Garay, para establecer el 1-1 de la reacción. Foto: LaVoz / Sergio Cejas Relacionadas.

Eduardo Eschoyez / [email protected]

El arranque de la "T" fue de lo mejor que ha mostrado. Después se debilitó y cayó en el desorden.

Las ganas de ganar volvieron a dejar a Talleres expuesto a los riesgos, a los movimientos al límite, a las apuestas arriesgadas. Jugó bien en el comienzo, más o menos después y mal en el final. Pudo ganar, aunque terminó tan desordenado que otro rival tal vez le hubiera ganado.

Ayer, como otras tantas veces, el equipo de Ricardo Gareca deambuló en la más profunda de las crisis que pueden afectar a los equipos de fútbol: la identidad. ¿A qué jugar? Quiso comprometerse con la pelota y logró un resultado alentador. La sociedad Nicolás Medina-Julio Buffarini-Matías Quiroga le permitió acomodarse bien en el medio de la cancha.

El toque certero y la cabeza levantada edificaron un Talleres con entidad en el control, con solvencia en el toque. Hubo una consecuencia a los 18: el juego prolijo generó espacios para un pase largo de Buffarini, que Garay definió de cabeza, abajo, delante del arquero Cárdenas.El "1" reaccionó bien y todo quedó en nada. Perdón: en nada no, el aplauso de la gente certificó que si al hincha le preguntan, siempre va a elegir que los jugadores corran menos y jueguen más. Un ratito después, fue el turno de Mannara: desborde, enganche y zurdazo, que Cárdenas mandó al córner.

La superioridad de Talleres fue evidente, con los volantes tallando un juego ágil con pausa y precisión.

El problema vino después. Si en vez de fútbol fuera boxeo, Talleres hubiera ganado por puntos porque tuvo la pelota el tiempo que quiso pero sin profundidad y fue perdiendo el filo en sus pases, hasta aislar a Garay y Villarreal. Entonces la hizo fácil: se dejó llevar. Primero cayó en la tentación del pelotazo mentiroso, que "acortó caminos" hacia el arco pero que, en realidad, escondió su falta de personalidad para atacar con armonía.

Y, en el tramo final, ya 1-1, con Tiro consagrado a la resistencia, fue al frente sin medir gastos. Pero lo hizo debilitando lo que mejor había mostrado: su juego en el medio. Ya no tuvo paciencia y se aceleró.

Este Talleres, desesperado por meter la pelota en el área de cualquier manera, caminó por la cornisa. Hubo un puntazo de Garay, que el arquero manoteó. Y una chilena del sanfrancisqueño, apenas desviada. Pero también hubo espacios y dudas atrás, que Tiro Federal no se atrevió a explotar. Eso también constó en actas.