Daniel Potenza / [email protected]

En una noche en que prevalecieron los balazos de goma en la tribuna, Instituto venció a Talleres 1 a 0.

Instituto aprovechó al máximo todos los favores que le hizo Talleres y con el respaldo de su arquero Ariel De Lafuente, quien respondió en los momentos clave, se quedó con el primer clásico del año. Legítimamente y en cierto modo, también merecido. Aunque no lució desde los futbolístico y su juego no tuvo vuelo ni brillo, se fue acomodando en las distintas contingencias del partido, controló con marca personal a Diego Garay, defendió con fiereza el auto-gol de Javier Malagueño que le dio la ventaja final y hasta dejó la sensación con algunos arribos aislados del complemento, de estar más cerca de estirar las cifras que Talleres de la chance de la igualdad.

En el primer tiempo las imágenes del juego se mezclaron hasta quedar difusas, con aquellas que instaló otra vez la violencia que a esta altura ya forman parte de lo cotidiano. El escenario fue dantesco. Talleres e Instituto tratando de ofrecer algo dentro de la cancha, mientras los imbéciles de siempre se molieron a palos y trompadas primero en la cabecera albiazul por la ocupación de los espacios de poder y luego en el otro extremo, en el sector albirrojo 60 desaforados queriendo romper una puerta para invadir la tribuna preferencial de Talleres, tirando piedras y recibiendo una balacera de goma infernal de la policía. Así el partido quiso aflorar por momentos con la venia del árbitro Daniel Giménez que miró, evaluó y contó hasta diez para no suspender lo que la mayoría quería ver. Esto, sumado a que la organización puso para semejante clásico UNA SOLA PELOTA, sí, así como lo lee, un solo balón, hizo que todo fuera extraño, tedioso, preocupante y con un nivel de tensión absoluto. A la hora de jugar, Instituto arrancó mejor tratando de aprovechar el desconcierto que Talleres había generado desde afuera, con un par de avances comandados por Silvio Romero, su mejor delantero, que mostró movilidad y velocidad a la hora de encarar a la defensa albiazul y un soberbio tiro libre de Fioretto que hizo «sapito» en el travesaño de Pozo y salió. A Talleres le costó encontrar el balón porque Garay siempre tuvo al pibe Griba colgado en la espalda y eso lo obligó a un desgaste físico mayor, yendo a las bandas o jugando casi de punta, por el medio, para generar algún espacio en la mitad de la cancha. A los 19, Malagueño se llevó por delante la pelota tras un corner y la clavó en su propio arco en el instante en el que Talleres había comenzado a manejar los hilos del juego. A los 22 Furios lo bajó a Píriz Alves a pesar de las recomendaciones del arbitro. Penal que Garay tiró en forma débil y anunciada y que contuvo De Lafuente por dos veces. Ese remate y el rebote que tomó Malagueño al borde del área menor.

En el complemento el público se tranquilizó y cantó. Furios se hizo echar redondeando un debut terrorífico, Talleres se quedó con la pelota haciendo un culto a la impotencia produciendo poco y nada e Instituto se defendió con Pilipauskas de zaguero y con un de La Fuente inexpugnable. Final. Ganó la «Gloria» un clásico con la pelota sola y manchada que dejó más por los hechos externos que en lo futbolístico. Ganó Instituto. La noche en la que hubo un solo gol... y muchos tiros...