Enfrentamiento entre los barras

Las dos facciones de barras de Talleres, conocidas como La Fiel y Las Violetas, volvieron a protagonizar un enfrentamiento entre sí, aunque no se registraron detenidos, ni tampoco se informó sobre heridos, según señaló la Policía.

Las dos barras antagónicas, que mantienen desde hace tiempo diferencias por el poder, se enfrentaron a trompadas en el ingreso de la cancha del club de barrio Jardín, cuando el plantel profesional inició los entrenamientos de pretemporada. Al llegar la Policía, los barrabravas se dispersaron. Por tal motivo, en el entrenamiento vespertino de los albiazules, se registró la presencia de dos móviles de la CAP.

El conflicto tuvo su inicio en la temporada anterior, aunque tuvo su pico el pasado 19 de octubre, en el encuentro que Talleres cayó 2 a 1 ante Huracán de Parque Patricios. El escándalo ocurrió en el entretiempo, en la cabecera Norte del Estadio Córdoba. El foco del problema está centralizado en los carnets que cuentan los hinchas para ingresar a la cancha, ya que un grupo goza de mayor cantidad de unidades en su haber más que la otra. Pero gracias a las imágenes de esa refriega, se llevó a cabo la identificación de los violentos, y por consiguiente la dirigencia optó por aplicar el derecho de admisión, mientras que la policía, a instancias del juez de faltas, hizo uso de la detención de los principales cabecillas por dos semanas.

Ahora la novela sumó otro capítulo, en una problemática que en el fútbol argentino parece no tener fin.


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Integrantes de La Fiel y Las Violetas se pelearon ayer minutos antes de la práctica presentación del técnico Ricardo Gareca, quien había llamado a la unidad el día anterior.

La lluvia no alcanzó para inhibir el sentimiento de 50 hinchas de Talleres. Ellos estaban ahí, en la Boutique, listos para darle la bienvenida a Ricardo Gareca, sacarse fotos con él y preguntarle cuándo llegaba Diego Garay. Todo eso que, por un rato, ayudaba a mitigar el recuerdo inmediato del Apertura, referencia del peor torneo corto del ascenso.

"Es necesario que la hinchada y el pueblo albiazul estén unidos. Necesitamos el apoyo de todos", había dicho el DT, el jueves pasado. El tono conciliador de las palabras de Gareca ameritaba un volver a empezar. Pero la escena se rompió y el día de la presentación de Gareca fue el de la reaparición de la disputa de la barra brava.

Integrantes de La Fiel y Las Violetas, quienes mantienen una enemistad manifiesta por quedarse con todas las prebendas de la autoridad de turno (ingreso irrestricto, entradas de favor, carnets libres o a mitad de precio, y su comercialización, cuota de seguridad para jugadores, DT y directivos, entre otras cosas), se agarraron a las trompadas en el ingreso a la Boutique, minutos antes de que el plantel realizara el primer entrenamiento del año. Al llegar un móvil de la CAP, los violentos se dispersaron, pero quedaron rezagados los de "las Violas", quienes luego de ser requisados quedaron en libertad. No hubo detenidos, ni heridos.

Sin detenidos. El último episodio de cancha, aquel de Huracán del 23 de octubre, reavivó las heridas de la barra. Y la Justicia condenó a 20 días y ocho de prohibición de concurrencia a los cuatro jefes de La Fiel (los Gatto, Cortez y Marcelo Peralta, acusados de instigadores) y un segunda línea de "las Violas" (Claudio Argañaraz). Además, Ateliers aplicó la admisión para Luis Argañaraz, jefe de ese grupo, y miembros de ambos bandos.

Los violentos cumplieron la condena y la vuelta del "Tigre" fue la excusa perfecta para reanudar la disputa. Se torearon el jueves pasado en la conferencia realizada en un hotel céntrico, acceso franqueado por los propios gerenciadores. Ayer la siguieron en la Boutique. "La provocación fue de La Fiel al hijo del 'Lucho'", dicen los de "las Violas". "Ellos nos denunciaron a la Policía", se quejan los de La Fiel. Al final, no hubo detenidos, nadie vio nada y los hinchas (los no pagos) que estaban en las tribunas se fueron. "Ni a las prácticas se puede venir tranquilos", dijo uno. La lluvia había parado, el desencanto aún seguía.


Una muerte. El 5 de setiembre de 2000 jugaron Talleres y Lanús, en el Chateau. Roque Pablo Miranda murió apuñalado en una reyerta entre ambas fracciones de la barra. Las Violetas lo asumió como una baja y ahí empezó el repliegue de La Fiel.

Los carnets. Los pases y el dinero del club quedaron en manos de "las Violas". El 4 de mayo de 2002, este diario comprobó cómo esa fracción ingresaba con 250 carnets por un carril mágico. Los barras declararon que recibían prebendas.

Volvimos. La Fiel se reagrupó y reapareció en la promoción ante Argentinos, el 4 de julio de 2004, con pelea ante "las Violas", Policía e hinchas visitantes. Tras la quiebra, el fideicomiso y, luego, el gerenciamiento les dieron prebendas para evitar las peleas.

Admisión. La repartija no los satisfizo. Se pelearon en Tigre y ante Huracán (foto), con heridos. Fueron detenidos y condenados los jefes de La Fiel y se les aplicó la admisión a Las Violetas. Vencida la condena, se reencontraron en la asunción del "Tigre".



Joaquín Balbis / [email protected]

Talleres volvió al trabajo y parece que lo hizo en todos sus frentes. El regreso de Ricardo Gareca al club, el hecho más significativo en este intento de recuperar los primeros planos, se vio empañado por un nuevo episodio, el enésimo, de la triste interna entre barras, un enfrentamiento eterno que, como una marca a fuego, se resiste a desaparecer de la vida de uno de los clubes más populares de la provincia.

Lo sucedido ayer es tan grave como increíble. Un nuevo capítulo de la rivalidad, pero que ni siquiera esperó el inicio del torneo para manifestarse, sino que se dio en el retorno a las prácticas, como si los barras también tuvieran su propia pretemporada. Ayer, en el calentamiento, volaron trompadas y piedras, como un anticipo de lo que puede suceder durante la competencia si nadie toma nota de la gravedad que alcanzarán otra vez los hechos si los responsables no registran este rebrote. Los antecedentes son nefastos y el presente, poco alentador. En tanto, la "T" volvió a ser noticia, pero no por el ansiado protagonismo deportivo que añoran sus hinchas de bien.