El lateral derecho también cumplió como central y además pisa con frecuencia el área rival. Es uno de los jugadores más confiables y de mayor regularidad de los que cuenta Alexander Medina.

No le resultaron fáciles las cosas a Nahuel Tenaglia cuando llegó a Talleres. Es más, se suponía que, si su inactividad se sucedía a la sombra de Leonardo Godoy, el futuro del nacido en Saladillo, Santa Fe, iba a estar en lugares lejanos a barrio Jardín.

Corría la temporada 2017/18 y el ahora lateral derecho de Estudiantes de La Plata parecía haber puesto un cerrojo a ese sector del equipo. En ese entonces Frank Kudelka explotaba al máximo sus incursiones ofensivas, aprovechando su velocidad y la sorpresa con la que asaltaba las líneas enemigas. Dentro del campo, “Bebelo” Reynoso era su principal abastecedor.

En ese lapso, el ex defensor de Atlanta, hoy de 25 años, figura “bohemia” en algún enfrentamiento contra los albiazules, tenía pocos minutos en cancha y no se hacía notar. Su perfil como jugador no alcanzaba a volverse nítido para el hincha debido a su permanente ostracismo.

La historia de Nahuel Tenaglia

Pero el “4″, que en sus pagos, siendo un chiquilín, alguna vez fue “9″, encontró inesperadamente en la zaga central el espacio vital para demostrar que sus condiciones podían soportar cualquier supervisión de la tribuna.

Esa doble faz explica cómo responde con solidez ante el avance del rival y cómo entrecruza manos y piernas en esa selva de gestos dentro del área adversaria para meter algún cabezazo que lo haga gritar su propio gol.

Lo cierto es que cuando se fue Godoy, y aún antes de que eso sucediera, Tenaglia ya dejaba las marcas firmes de sus botines en el campo de juego. Empezó a tener continuidad como titular, algo imprescindible para ratificar que sus movimientos, si bien no rápidos, eran lo suficientemente justos como para quedarse con el balón en una situación de peligro, siendo una parte del repertorio del que también formaban parte pases largos, profundos y al pie desde la defensa, proyecciones profundas con pelota dominada o aisladas gambetas para sacarse a un delantero de encima.

Por eso dicen que preguntó por él Boca Juniors, el club que lo dejó ir y con el que desde pibe empezó a soñar en el fútbol. Por eso Walter Samuel, integrante del cuerpo técnico de la selección argentina fue a verlo en un partido ante Banfield. Era una señal: su figura interesaba en el entorno de Lionel Scaloni.

Ya no de “9″, pero sí de “4″ o de “2″, el saladillense es uno de los jugadores más confiables y de mayor regularidad de los que cuenta Alexander Medina. La final de la Copa Argentina ante Boca Juniors será un acontecimiento ideal para que pueda demostrar su trascendencia en el equipo y sus posibilidades de proyección.

Sus tres goles en la Liga Profesional marcan sus inquietudes ofensivas. Y ese no es un dato menor. En las Finales de torneos, en las que por lo general hay mucha paridad de fuerzas y poco espacio para la creación, su determinación para buscar el cabezazo es un atributo para tener en cuenta.

Quizá por eso, en el mejor momento de su carrera, el jugador que tiene la camiseta número 14 y el pie sensible aun siendo defensor, querrá adornarla con el mejor regalo.