A los 74 años, murió Marta Beatriz Melgarejo, “La Martita”. Fue una de las hinchas históricas de la “T”. Su frase: “Después del Señor y de mi familia, está Talleres”.

El mundo Talleres vive horas de luto. A la edad de 74 años, falleció Marta Beatriz Melgarejo, una de las hinchas históricas que tuvo el club de barrio Jardín. “Lamentamos el fallecimiento de Marta Beatriz Melgarejo. Acompañamos a su familia y seres queridos en este difícil momento, elevando una oración en su memoria. Nos deja el legado del amor por #Talleres que Enamora a la Ciudad”, fue el comunicado oficial del propio Talleres para despedir a “Martita”, quien efectivamente fue parte de la película “Locura que enamora mi ciudad”.

Talleres fue “su amor” y a su lado vivió lo mejor y lo peor. En los Talleres gloriosos, en la Boutique, en el viejo Estadio Córdoba y en el actual Mario Kempes...en las canchas del Argentino A; en la quiebra y en el saneamiento y ahora con este Talleres segundo en la Liga Profesional y semifinalista de Copa Argentina. La definición la verá de arriba, quizás junto a Paco Cabasés, el intendente histórico de la Boutique, que ya le debe haber guardado un lugar.

Lamentamos el fallecimiento de Marta Beatriz Melgarejo.Acompañamos a su familia y seres queridos en este difícil momento, elevando una oración en su memoria.Nos deja el legado del amor por #Talleres que Enamora a la Ciudad.🔗 https://t.co/Ix81b7OBjO pic.twitter.com/shzaOZbCJs

Por siempre en nuestros corazones. Que en paz descanses, Martita 🖤 pic.twitter.com/yFDWEuhD7u

La mejor descripción se puede encontrar en esta nota que hizo Enrique Vivanco.

Por dónde empezar con doña Marta Beatriz Melgarejo, una vecina de Alta Córdoba nacida el 18 de julio de 1947, que cuando tenía 6, 7 años, acompañaba a sus padres a la casa de unos amigos, ubicada en la calle Javier Díaz, a unas pocas cuadras de lo que sería después la Boutique de barrio Jardín.

Aquellos días iban partiendo en la mitad el siglo 20. En 1953, 1954, cuando Marta tenía esa edad, los ciudadanos cordobeses sostenían la costumbre de juntarse los domingos a almorzar en familia y con amigos. Ella cuenta que, a lo lejos, en un barrio todavía con mucho descampado, podía observar con claridad y a la distancia el estadio que la dejaría subyugada para toda la vida.

“Usted sabe que miraba el estadio y sentía algo fuerte que me atraía. Y me hice hincha de Talleres aun teniendo a mi papá hincha de Instituto”, cuenta. Marta crecería y vería por primera vez al equipo en vivo en una goleada a Racing de Nueva Italia. Y establecería un vínculo de fidelidad absoluta, que por supuesto lo extendería hacia su descendencia.

Marta Beatriz Melgarejo: Después del Señor y de mi familia, está Talleres

“Mi esposo, también hincha de Instituto, le compraba a Gustavo, mi hijo mayor, camisetas de ese club. Pero sucedía que ‘desaparecían’. Nadie las podía encontrar. Mi esposo me preguntaba en dónde estaban y yo le decía que no sabía nada. Yo, mientras tanto, le compraba camisetas de Talleres, pero esas no se perdían”, afirma desde su relato pícaro.

Al final prevaleció en Gustavo el azul y blanco. Los mismos colores en los que Marta se apoyó para sostenerse por su prematuro fallecimiento, ocurrido en 1988. “Después del Señor y de mi familia, está Talleres. Es la mesa de tres patas en las que me apoyé siempre para superar muchas dolencias en mi vida”, explica. Después de ese triste suceso familiar, ella recuerda lo que le decía su marido: “Andá a la cancha; así conversás y te distraés”. “Pero cuando volvía a mi casa tenía un gran sentimiento de culpa, que de a poco se me fue pasando”, admite.

Lejos de los paradigmas de aquel entonces, en los que el machismo expresaba su repudio a la asistencia de las mujeres a las canchas, su marido, en una muestra de amor y confianza nunca le impidió asistir a los estadios, a los que Marta iba acompañada de Loli, su comadre.

“Él siempre me apoyó. Una vez me dijo: yo te conozco y por eso estoy tranquilo. Sé lo que sos. Tu imagen no va a cambiar porque vayas a ver los partidos”, recuerda Marta con admiración hacia su compañero.

Y el destino quiso que años después llegara el segundo hijo, Maximiliano, actual director del colegio León XIII, en Villa Rivera Indarte. ¿De qué equipo se hizo hincha? No hace falta adivinar. La influencia maternal ya no era solapada como había ocurrido con Gustavo. Maximiliano y su familia muchas veces acompañan a Marta en sus tantos viajes por el país siguiendo los colores queridos. “En Buenos Aires sólo me falta conocer la cancha de Vélez. Y he recorrido todo el país. Fui a Comodoro Rivadavia, a Salta, a Jujuy, a San Luis, a San Juan, a todos lados. Y el hincha de Talleres se ha portado muy bien conmigo. Siempre me ha respetado”, dice Marta.

A propósito de tantos viajes surgen las anécdotas: “Fui a San Pablo cuando Talleres jugó la Copa Libertadores. Me quedé una semana, pero cuando fui a la cancha no tenía entrada. Un hincha me reconoció y me dijo: ‘Martita, cómo va a ser semejante viaje y se va a quedar sin ver el partido’. Y me dio una entrada”.

O cuando una vez que jugamos en Salta, un salteño hincha de Talleres me preguntó quién era yo, al ver que todos los hinchas que me veían me saludaban. O cuando Mario Cuenca me miró y me dijo: ¿Usted es la misma que veo en todos los estadios? O cuando la mandaron a lavar los platos los mismos hinchas de Talleres en barrio Jardín.

Marta Melgarejo participó del documental “Locura que enamora mi ciudad”, hecho por el club y de lo que está orgullosa. Habitante habitual hace décadas de una de las tribunas que está atrás de uno de los arcos en barrio Jardín, y después de la popular norte en el estadio Mario Alberto Kempes, reconoce que siempre pagó su boleto de ingreso, y que no le gustan los hinchas que tratan de sacar ventaja pidiendo entradas para ver al equipo.

Apolítica, Marta respeta y admira a quien le hace el bien a Talleres haciendo obras y tras una avalancha de palabras en la que cuenta una y otra cosa relacionada con su amado club, admite el impacto de haber visto jugar a Daniel Willington y a Luis Antonio Ludueña; de haber gritado los goles del “Cachi” Zelaya; de haber disfrutado la bravura y la convicción de Julián Maidana en la final de la Copa Conmebol y de la alegría de tenerlo cerca a Guido Herrera, quien le respondió con un ‘¡hola, loco!’, a los constantes pedidos de atención desde la tribuna que surgían de la voz de Haziel, el nieto de Marta, la abuela que además de ir a ver los partidos antes de la pandemia, también se hacía un espacio para ir a ver los entrenamientos o para ir en colectivo a la inauguración de alguna de las filiales en el interior de la provincia.

Por eso se la entiende cuando dice: “Amo a Talleres”. Marta respira en albiazul. El único aire que la hace feliz y le alegra la vida.