El equipo no dio ni una sola señal de relieve individual ni colectivo y cayó sin atenuantes en Buenos Aires.

Fue como si el mundo se hubiera dado vuelta. Nada fue como se suponía que podía ser. Talleres no fue el equipo ensamblado y armónico que despuntó en algunos tramos de los amistosos de pretemporada. Y Defensa y Justicia tampoco fue la expresión improvisada y armada sobre la marcha que algunos imaginaron tras la salida de varios jugadores titulares y de Mariano Soso, el técnico hasta la semana pasada.

En todo caso, el rotundo e inesperado 4 a 1 final puso en evidencia las distancias que hubo entre un equipo con los conceptos muy claros respecto de cómo llevar el partido adelante (Defensa) y otro, como Talleres, que flotó en medio del intenso calor de la tarde de Florencio Varela, envuelto en una nube de intrascendencia y sin dar una sola señal de relieve individual y colectivo.

Después de que el colombiano Valoyes desperdiciaría un mano a mano a los 6 minutos del primer tiempo, la T desapareció de la cancha. Defensa lo pasó por arriba con un fútbol veloz y profundo. A puro toque, movilidad y circulación.

Abrió el juego por los costados (el cordobés Guido Mainero y Rubén Botta resultaron imparables para Leo Godoy, improvisado e incómodo como lateral izquierdo) y lo definió por adentro. Talleres, a todo esto, solo miraba.

Después de que Dayro Moreno perdiera la pelota por un taco innecesario, un ex Belgrano, Marcelo Benítez anotó el 1-0 a los 9 minutos y a Juan Martin Lucero, le anularon dos goles por leves posiciones adelantadas.

O sea, a la T le hicieron 3 goles en ese primer tiempo en el que solo en el último cuarto de hora pareció reaccionar . Un poco, no mucho.

Pero fue insuficiente. La segunda etapa fue un calvario para la T. Defensa ratificó las calidades de su juego y el Albiazul se fue a pique definitivamente. Tripicchio y Mainero pusieron el 3-0, Godoy descontó de cabeza y Lucero anotó el 4-1 final.

Faltaban todavía 10 minutos de suplicio. Y hacia rato que Talleres había bajado la cabeza y los brazos ante una goleada que dejará huellas.