La "T" deberá sobrellevar en la capital paulista un desafío más que importante, en la vuelta de la fase dos de la Copa Libertadores.

En 47 años de competencia internacional en el estadio Morumbí con equipos argentinos, São Paulo de Brasil recién claudicó en agosto del año pasado. No fueron Boca Juniors, Independiente o River Plate, los tres equipos más exitosos fuera de nuestras fronteras, los que lo pusieron de rodillas en su propia casa.

Fue Colón de Santa Fe, el 1º de agosto de 2018, por la segunda fase de la Copa Sudamericana, el que con gol de Matías Fritzler le ganó 1 a 0. Esa recordada noche para los santafesinos, el Morumbí, llamado originalmente Pompeu Cícero de Toledo, cedía por primera vez la alegría a sus “hermanos” argentinos.

Bien podría haber tomado “el Negro” Fontanarrosa la imagen del Morumbí para describir al estadio Bombassi, el explosivo espacio en el que se desarrolla la trama de su libro El Área 18.

Con capacidad para algo menos de 70 mil espectadores, el efervescente escenario paulista recibió en distintos torneos desde 1972 a 13 equipos de nuestro país. Logró 22 triunfos, ocho empates y esa única derrota. Talleres fue uno de los pocos que no se retiró derrotado. Empató 0 a 0 en 2001 por la Copa Mercosur.

Sin embargo, su mito no alcanzaba para ofrecerlo como un espacio infranqueable. Sus gruesos y elevados muros no le impidieron a Vélez Sársfield salir campeón de la Copa Libertadores en 1994, en definición por penales, y a Boca Juniors obtener la Recopa Sudamericana en 2006 al empatar 2 a 2, luego de haber ganado 2 a 1 en La Bombonera. El mismo Morumbí asistió en 2017 a la eliminación de los tricolores ante Defensa y Justicia por la Copa Sudamericana, que tuvo el mérito de hacer valer el gol de visitante al empatar 1 a 1, tras haber igualado 0 a 0 en Florencio Varela.

Esos antecedentes no valen de nada frente a la realidad propia de cada partido. São Paulo hace muchos años que no repite viejas hazañas; necesita ganar, reivindicarse ante su público, calmar las aguas de una afición malhumorada, que pide alegrías tal como exige honrar la historia de un club tricampeón de América, dos veces campeón intercontinental, en estos días demasiado lejos de aquellos buenos tiempos.

Eu Tucumán, con un equipo distinto al que jugará en el Morumbí, Talleres cumplió con el objetivo de ofrecer ese empate como un mínimo aporte de ánimo para quienes salgan a la cancha el miércoles por la noche. A su modo, todos cumplieron con esa ofrenda. Tanto Gandolfi y Caranta, desde su experiencia, como Paparelli, Navarro y Malagueño, desde su juventud, y los demás, dejaron tranquilos a quienes piensan darle continuidad a este equipo como alternativa, en caso que los titulares continúen al menos una fase más en la Copa Libertadores.

Para que eso ocurra Talleres deberá sobrellevar en la capital paulista un desafío más que importante. Ante un adversario herido, con un entrenador muy cuestionado, no serán sólo sus valores individuales y su disciplina colectiva lo que promuevan su clasificación. El equilibrio emocional y el carácter fiero serán otros dos valores a tener en cuenta para demostrar que el paso adelante puede ser dado. El Morumbí, mientras tanto, ya empezó a hacer funcionar sus calderas y a ajustar sus ecos con el mismo énfasis que alguna vez describió en aquel volcánico libro el recordado escritor rosarino.