Julio Ferreyra, médico de Talleres, está en el fútbol desde hace más de 40 años. Analizó cómo evolucionó el cuidado del jugador y cómo influye eso en la vida útil de ellos.

¿Cómo se explican los 40 años de Pablo Guiñazú?

Guiñazú tiene un gran componente genético. Y tiene una excelente calidad de vida. Tiene un cuidado personal espectacular. Él jamás pide nada, no toma suplementos, no toma medicamentos, no toma vitaminas. Se alimenta bien, se cuida bien. Se entrena bien.

Una hora antes de que empiece el entrenamiento está entrenando y media hora después sigue entrenando. Sabe las limitaciones que tiene y las ejercita desde lo futbolístico y desde lo físico, desde lo alimentario, desde lo psicológico. Tiene mucha experiencia por su misma trayectoria.

La pregunta no es casual. Julio Ferreyra es el médico de Talleres y director de la carrera de posgrado en medicina en el deporte en la Universidad Nacional de Córdoba. Fue uno de los organizadores junto a la Agencia Córdoba Deportes de las recientes sextas jornadas de actualización en ciencias del movimiento, destinadas a todas las profesiones vinculadas a la actividad deportiva. Habló del envejecimiento en el deporte y los medios con los que cuentan todos los involucrados, en este caso en el fútbol, para retrasarlo en quienes lo practican. Y el diálogo continúa.

–¿Se van a ver más Guiñazú con el paso del tiempo?

–Creo que se van a ver más. Ya tenemos el caso de Javier Gandolfi (37 años), de Mauricio Caranta (40). Son tres veteranos que trabajan exactamente igual. Buscan la perfección en los entrenamientos, en el gimnasio, en los juegos. Pasan del esparcimiento al gimnasio para el trabajo preventivo y de ahí pasan al entrenamiento. Están una hora antes.

–¿Cambió la alimentación del deportista?

–Diametralmente. La alimentación tiene un papel fundamental en el desarrollo del deportista. No sólo que está más reglada y es más estricta, en lo que se refiere a hidratos de carbono, proteínas, grasas, vitaminas, minerales, productos de suplementación. Algo que no veíamos 20 años atrás, sino que también ha cambiado la concientización del jugador. El jugador exige esa dieta. Por ejemplo, en Talleres se hacen desayunos obligatorios para todos los jugadores de divisiones inferiores.

–¿Cuál sería la alimentación base de un futbolista?

–Las carnes magras, el pescado, los aceites de pescado, que tienen un gran valor biológico. Las verduras crudas y cocidas. Y también las pastas, el arroz. Los cereales, los frutos secos, las almendras, las nueces. Los hidratos de carbono serían el combustible. Un deportista de elite necesita ese combustible pero con otro octanaje: tiene que consumir en mayor cantidad y calidad. Para los huesos, los músculos, el corazón, el cerebro, necesita las proteínas. Y las grasas para el cerebro, que deben ser las grasas buenas más que las malas.

–¿Antes los futbolistas fumaban más que ahora?

–Antes fumaba entre el 30 y el 40 por ciento de un plantel, y algún jugador lo hacía hasta en el entretiempo. Y te digo más, algunos consumían alcohol en una dosis baja; actuaba como un tranquilizante. Tomaban un sorbo antes del partido. Tuve planteles que en un 70 por ciento tomaba un poquito de vino o de whisky importado. Si eso sucediera en esta época, echan al director técnico y al médico. Y no mermaban sus rendimientos en la cancha. Ahora es imposible; salvo algún hecho aislado, nadie toma alcohol y nadie fuma. También hay un componente psicológico importante en ese consumo. Tenían esa inseguridad sobre si le iban a salir bien o mal las cosas, ese nerviosismo. A eso hay que agregarle la exigencia del público, del periodismo, de la familia, de los directivos.

–¿Observás en el futbolista más estrés ahora que antes?

–Sí. La transmisión de ira a través de las redes sociales es muy importante, afecta al jugador. Es un elemento nocivo en la generación de estrés. Además hay que tener en cuenta los entornos sociales, la situación económica, el miedo al fracaso, la necesidad de tener un confort económico antes que el deportivo. Siempre la misma exigencia: hay que ganar. Antes no era tan malo perder, ahora hay que ganar sí o sí a toda costa. El temor escénico siempre existió pero de una manera más light; ahora se le da mucha importancia.

–¿Las lesiones se curan más rápido?

–Tenemos la tecnología para manejarlas un poco más rápido, pero ahí nomás. Se detectan más precozmente; hay métodos de tratamiento que son más eficaces en las lesiones no intervencionistas, y las intervencionistas, por ejemplo las quirúrgicas, los ligamentos cruzados, meniscos, también se recuperan más rápido porque ahora se tratan a través del movimiento. Antes para curarse había que hacer reposo absoluto. Ahora al segundo, tercer día el jugador lesionado empieza con el movimiento. Se le suma que están mejor preparados físicamente que antes. Y ahora se hace mucho mejor la tarea preventiva de accidentes, de lesiones.

–¿La dinámica del juego influye en las lesiones?

–Ahora hay mucho roce, mucha más vehemencia, mucha más velocidad, por eso los impactos son mucho más fuertes. Y por eso también se producen más lesiones que antes.

–¿Cuáles son las lesiones más frecuentes?

–Las lesiones musculares. Desgarros, contracturas...

–¿A los juveniles se los cuida más que antes?

–Se los cuida más, se los protege más. Se los contacta con los jugadores de primera división. Talleres lleva a los jugadores del plantel profesional para contactarse con las divisiones inferiores y para que cuenten sus experiencias. Y hace practicar a algunos juveniles con los de primera para que vean, aunque fugazmente, cómo se entrenan, cómo se alimentan, como se manejan en lo cotidiano. Eso es muy interesante.

“Estas sextas jornadas de actualización en ciencias del movimiento se hizo conjuntamente con la carrera de posgrado de medicina para los especialistas en medicina del deporte de la cual soy director, que depende de la facultad de ciencias médicas de la UNC y la Agencia Córdoba Deportes son un hecho fundamental”, dijo Ferreyra.

–¿El médico es también psicólogo?

–Sí... el médico es psicólogo. Nosotros, los especialistas, tenemos que saber de psicología. Las áreas se han transformado en multidisciplinarias porque la misma actividad nos lleva a hablar con nutricionistas, kinesiólogos y psicólogos deportivos. Y con los mismos entrenadores. Me ha sucedido intercambiar opiniones con otros profesionales y decir, por ejemplo: a este jugador le pasa algo, hay que ponerle más atención. Sí, yo lo detecté, yo también. Hay jugadores que suben de peso o que bajan de peso. O no se están cuidando. Hubo jugadores que me dijeron, Julio, salí y no dormí bien anoche. Tenían 18, 19, 20 años, eran figuras. Entonces me decían, estoy amanecido. Estoy muerto. Había técnicos que me lo interpretaban y que me decían: “Está bien, que se vaya a dormir”. Pero hubo otros que no lo aceptaban y por eso ese jugador figuraba como lesionado. Uno podía saber si iban a rendir o no en función de lo que pasaba en su entorno familiar. Los jugadores han sido permanente confesores del médico. Trabajé con Alfio Basile, Roberto Saporiti, Ricardo Rezza, J.J. López, Pedro Marcheta, Ricardo Gareca. Ellos entendían lo que le pasaba al jugador y ante un error, le daban otra oportunidad.