Talleres es grande y chico al mismo tiempo. Más allá de todo, seguirán conviviendo esas versiones. El club es grande por su gente y por los protagonistas que de corto y de largo forjaron su historia. Jugó con marcos impresionantes, llenó el Kempes cinco veces con su propio público y fue un fenómeno de concurrencia cuando le permitieron acompañar al equipo fuera de Córdoba, se hicieron 50 mil socios (8 mil grupos familiares) y se sueña con 75 mil. Esa gente programa su vida por Talleres. Vive por él.

Sin embargo, cuando ese mundo fue requerido para saber si estaban de acuerdo con algunos cambios en Talleres desde el 1º de diciembre, el planeta albiazul quedó reducido a casi dos mil personas. La concurrencia que fue el domingo a la asamblea en el Orfeo y que se integró con los socios que podían votar (alrededor de 1.700 de casi 16 mil habilitados, entre los que se incluyeron los oradores) más los integrantes de la comisión directiva (titulares y suplentes).

Y mire que había cosas para tratar, aprobar y discutir. Un balance superavitario con un gran crecimiento patrimonial y un pasivo triplicado, una gestión deportiva que va rumbo a una mayoría de jugadores propios en el plantel y, lo más importante, el nuevo orden que tendrá la directiva para poder hacer un club a 30 años, con un estatuto que permitirá a 100 representantes-socios (la lista ganadora tendrá la 2/3 como mínimo) tomar las decisiones más importantes como la Ciudad Deportiva (¿dónde? ¿Cuándo empiezan las obras? ¿Con qué recursos?), la disposición del predio Nuccetelli (¿por cuánto tiempo convivirá con el otro?) y la responsabilidad patrimonial (de suma importancia) que les cabrá a los directivos por sus actos de gobierno.

Esa decisión terminó siendo de unos pocos. Es importante valorar que los habitantes del Mundo Talleres hayan dado el paso adelante al asociarse (pagar una cuota) y comprar su abono para ir a la cancha. Pero faltaban otros. No se reclama el hecho de irse al extremo de una asamblea con 50 mil personas porque obstaculiza, pero sí al menos con el cuórum del encuentro anterior. Es más, probablemente muchos se estén enterando de que ya no podrán ser posibles esos encuentros con la nueva constitución “T”.

Se perdió la oportunidad de demostrar que Talleres no es más grande afuera que adentro, sino en todos lados. Es cierto que los presentes cantaron al ritmo de “Soy Talleres”, pero las ovaciones y el reconocimiento más fuertes fueron para Frank Darío Kudelka (estaba en su Freyre natal) y también para algunos integrantes del equipo y para las glorias fallecidas. El patrón deportivo está vigente, como siempre. Es el que seguirá determinando el humor, en parte el compromiso de la gente y la adhesión o no hacia la gestión de Andrés Fassi, de los que planteen como alternativa o de los que vengan.

Talleres, grande y chico.