El paraguayo Rodrigo Burgos se convirtió en ídolo de la “T”. Llegó en voz baja y hoy es el patrón del medio. No pierde la ilusión de jugar en la selección guaraní.

Fue simple el ingreso de Rodrigo Ramón Burgos Oviedo a Talleres y al corazón de sus habitantes, ahí donde muchos se quedan en el umbral. Bastó simplemente con un “sí”.

Pero no fue una afirmación cualquiera. Kudelka, en su primer diálogo serio, le preguntó si podía marcar en soledad en algunos momentos y él le dijo: “Sí, me la banco”.

Desde entonces se lo vio hacerse cargo de áreas de 20, 30 y 40 metros a la redonda. Su promedio fue entre las 10, 15 y hasta 20 pelotas ganadas por partido. Esa condición que el DT necesitaba. ¿Cómo iba a ser protagonista su Talleres en cualquier cancha sin la pelota?

Los técnicos rivales pretendían sacarlo a los costados para pasar por el medio; le buscaban sus espaldas, pero él llegaba siempre. O casi. Y de sus suelazos el equipo se contagiaba y se iba para adelante. Solo o acompañado, como ahora por Pablo Guiñazú. Así nació “el León”, el jugador del pueblo, del pueblo albiazul y el de profundas convicciones. “Talleres no merece estar en esta categoría. Talleres merece estar en la Primera, pelear los campeonatos y jugar la Copa Libertadores”, dijo el “5”, desde que llegó, sin demagogia.

Así se hizo canción. “Olé, olé, olé, Burgos, Burgooos”, cantó el Kempes, una vez consumado el 2-0 ante Mitre de Santiago del Estero cuando Talleres construía el primero ascenso en 2015. Ese día, el paraguayo se hizo canto y ovación, mientras en las tribunas miraban admirados los ídolos de siempre como Luis Ludueña y Daniel Valencia, por caso. “Fue hermoso”, dijo Burgos, volante central en la línea de “Chicho” Serna o de Javier Villarreal. El jugador entró al equipo en un momento de gracia y se volvió indiscutible. Ni la roja del domingo, al cierre del primer tiempo en el partido frente a All Boys, mancha su legajo.

Burgos trajo a Córdoba a su mujer, Lucía Aguilera, y a su hija Dayhara con la idea de vivir varios años en la ciudad. “Hay una Virgencita que se llama Caacupé. Hace muchos milagros. Si logramos algo, iré a visitarla. caminando. Siempre la tengo presente. A ella y a Jesús. La familia es todo. Son motivo para correr y hacer bien las cosas”, supo contar.

Promesas

Cumplió la promesa tras el primer ascenso y lo hará nuevamente ahora, tras la vuelta a Primera. Además, también cuenta su gratitud por el nacimiento de Lussiana, su segunda hija, tras un embarazo que supo complicarse. Por eso, al “León” se lo ve arrodillado antes de cada partido.

Las buenas noticias para él no pararon: Andrés Fassi, el presidente albiazul, gestionó la compra del 70 por ciento de su pase.

Mientras, el reconocimiento en Talleres llegó a límites increíbles. Tras el gol que le marcó a Crucero (el único en la “T”) hinchas “dibujaron” su rostro en un billete de dos pesos... y se lo llevaron a una práctica, en la que se sacó una foto con la “plaqueta”.

Burgos ha pasado por la selección paraguaya. Y se ilusiona. “Si estuviera en Primera con Talleres, ya habría vuelto a la selección”, decía recordando su paso por la Sub 20 y la mayor con Martino. Ahora que Talleres volvió a Primera con Burgos. ¿Lo llamará Ramón Díaz? Nadie lo sabe, pero él quiere quedarse en la “T”. “Gané dos campeonatos y me han tratado muy bien. ¿Cómo no voy a querer seguir con Talleres en Primera?”, dijo en Floresta el domingo, con el ascenso recién consumado. Y si “el León” lo dice...