Ahora, entrenador. Se retiró tras su paso por la “T” en 2011 y lo querían en el semillero. Sonó en Sportivo Belgrano.

Walter Ribonetto, retirado en Talleres de un día para el otro y tras un duelo corto, era uno de los nombres fuertes que en el club albiazul se iba a presentar en la nueva organización del semillero. Junto a Carlos Ranalli, coordinador “T”, al que conoció de su paso por Lanús, iría a un punto neurálgico. Pero en su lugar llegaron otros nombres y en el Mundo Talleres se supo de él cuando sonó como candidato para dirigir a Sportivo Belgrano.

“Estuvimos cerca de ir a Sportivo. Había cierta ilusión. Pero lo tomo con tranquilidad. Ya me tocará. Tengo muchas ganas de arrancar y hacer bien las cosas. La idea está. No se pudo dar. Hay que seguir. Tengo un grupo conformado por Gustavo Bossio y Rodolfo Graieb. Pero anduvimos dispersos. Me vine a dirigir a Independiente de Chañar Ladeado, que es donde jugaba. Aquí es donde empecé a hacer mis primeras armas como DT, en un liga del interior. He hablado con ellos. Saben que si aparece la oportunidad de dirigir a un club grande, arrancaba. Hablo permanentemente con ellos”, dijo “el Tino”.

–¿Te llamaron de Lanús?
–Fue el año pasado. Pero muy por arriba. Uno siempre tiene la ilusión de volver a Lanús. Pero lo tomo con pinzas. Lanús es el club que a uno lo marcó. Es donde uno hizo historia. Logramos el primer torneo de la historia. Pero está supeditado a otras cosas. No se ve muy lejos. Se puede dar, como no. Mi presente es Independiente. Ganamos Apertura y Clausura, también copa Challenger. También lo hice como jugador. Es el club que me catapultó. Es un torneo muy importante. Me estoy capacitando. Esperamos nuestra chance.

–¿Por qué no Talleres?
-Estaba todo dado para que fuera a integrar la coordinación que hace Carlos Ranalli. Con él aprendí mucho en Lanús y aún sigue estando esa posibilidad de Talleres. No la cierro. Pasó que no podía dejar Independiente. Le iba a generar problemas porque iba a ser muy cerca del inicio del torneo. Además era una situación que iba a chocar mucho a mi familia. Principalmente a mis hijas. Ya habíamos pegado la vuelta desde Buenos Aires. Se habían acostumbrado al pueblo, que era muy cómodo. Fue difícil. Determiné que no era el momento. Ya de a poco he ido hablando con ellos para cuando esa chance se reflote o aparezca algo para dirigir en otras divisiones. Como argentino A, B Nacional. Si no sale nada, se verá.

–Te retiraste sin anuncios...
–Así fue. Tenía un año más de contrato. Fue ese año que no logramos el ascenso. Me levantaba y no tenía ganas. Ni de entrenarme. Dicen que es un buen síntoma. Lo tomé con calma. Fui directamente a entrenar a las juveniles de Lanús. No es que anduve deambulando a ver qué iba a hacer. A esperar del destino. Cambié el chip. Tomándolo de otra forma. Como cuando era jugador y hacía las cosas con pasión. Arranqué con los pibes de Lanus. El duelo fue corto. No todos pueden hacerlo. Lo tomé bien. Cuando me fui de Lanús a Central, el presidente me dijo, al despedirme, que tenía las puertas abiertas para cuando me retirara. Si no me salía nada como DT o de ayudante me quedaría ahí. Estuve un mes de vacaciones y arranqué para Buenos Aires. Me hizo bien. No tuve que hacer tanto duelo. Es la etapa más difícil, cuando se va aproximando el retiro.

– ¿Cuándo ves que te empieza a dejar el fútbol?
-La edad, por un lado. Las fuerzas se te van cerrando. Hay gente joven que busca crecer, el teléfono suena de otra forma. Los momentos lindos son muy pocos y obviamente que hay que disfrutarlos. Uno empieza a pensar más en la familia. Los clubes que te llamaban no eran los que uno pensaba. Un montón de cosas. Yo tenía 37 años y había empezado a jugar de grande. Los 10 años que viví, de corrido, los valoré. Gracias a Dios. Le traslado mi experiencia a los jóvenes. A los que veo. A los que me toman como ejemplo, por haber empezado grande, les digo que nunca es tarde. Y hago hincapié en los padres. Hoy está muy de moda el padre que está continuamente detrás del pibe, pidiéndole que juegue a la pelota o para que llegue al profesionalismo. No es fácil. Hay mucho camino por recorrer. En juveniles, principalmente. Nada te garantiza que los goleadores de cada división puedan jugar en primera. Es día a día. Los grupos que se conforman en cada equipo, las lesiones que hay que evitar. Disfrutar de un entrenamiento como antes. No es fácil. Hoy, en un plantel, hay 60 por ciento de jóvenes, 20 de mixtos y 20 de grandes. Antes era al revés. Uno lo disfrutaba más al entrenamiento. No es fácil hoy llevar a los jóvenes. Viví cosas lindas en todos lados y malas. Yo me quedé con la espina de Talleres y de Central que fueron dos clubes pasionales. No hay como esas hinchadas. Lo veo por el buen camino a Talleres. Siempre uno querrá lo mejor, más allá de que a mí no me fue bien, guardo los mejores recuerdos. Es un grande del interior. Dará que hablar. Las cosas se hacen bien.

–Te quedó la espina del no ascenso...
–Sí. Como jugador. Ya está. Pasó esa historia. Sigo teniendo amigos. Quiero que les vaya bien. Talleres es un club para ganar. La gente es muy exigente, pero acompaña. Como en Rosario Central. Son equipos para ganar. Son pasionales.

–¿Cómo es “el Tino” técnico?
–Tengo diálogo fluido con los jugadores. Lo más difícil es tener bien a los que no juegan. Porque cuando los necesites, son también los que te van a defender en la cancha. Estoy abierto a todo. Para ganar hay que jugar mejor que el rival. Eso no pasa de moda. Aprendo día a día.