El empate en cero fue recibido con simpatía por los dos.

Al final, el empate sin goles, que ninguno de los dos quiso al comienzo, terminó cayéndole simpático a los contendientes del clásico cordobés. A Talleres porque, en el balance general, fue superado en el juego por su rival y, sin embargo, consiguió sumar. Y a Belgrano porque, pese a que estuvo más cerca de la victoria, sigue tercero y con aspiraciones de quedarse con uno de los ascensos.

Lejos de las previsiones, el partido se presentó abierto desde el comienzo, aunque una vez más el “miedo a perder” se terminó imponiendo sobre el deseo –y la necesidad– de sumar tres puntos que, a la “T” y la “B” les hubieran venido muy bien.

En ese marco, fue Belgrano el que se adueñó del medio campo e impuso, desde el comienzo, las condiciones en las que habría de plantearse el pleito. Con Javier Lux muy activo a la hora de quitar y distribuir, y con Matías Gigli dispuesto a convertirse en un problema para la última línea albiazul, el Pirata se ordenó mejor y generó algunas chances de gol.

Lo tuvo Claudio Bustos, en dos oportunidades: la primera obligando a Valentín Brasca, tras una lucida combinación ofensiva, y la segunda con un remate de larga distancia que se estrelló en el travesaño.

Quizá, a la “B” le faltó inteligencia para aprovechar mejor el espacio que, a espaldas de Lucas Rimoldi, aparecía como un terreno fértil para que Matías Suárez hiciera florecer sus reconocidas aptitudes. Pero el juvenil celeste se retrasó demasiado y estuvo lejos de ser decisivo.

Lo de Talleres fue demasiado precario a la hora de atacar. Contenidos Julio Buffarini y Matías Quiroga por los carriles, la responsabilidad de crear algo de juego pareció quedarle grande al pibe Facundo Reyes. Por eso, Iván Borghello y Héctor Cuevas no fueron abastecidos y su juego terminó diluyéndose hasta la intrascendencia absoluta. No obstante, la “T” tuvo el gol a los 13 minutos, cuando Reyes tomó un rebote y quedó mano a mano con Juan Carlos Olave, quien se lució enviándola al córner.

Un espejismo. El inicio del complemento fue un enorme bostezo, que se modificó cuando Ángel Comizzo mandó a la cancha a Alexander Viveros. Al colombiano no le alcanzó con levantar la cabeza para habilitar milimétricamente a Quiroga, que eligió el arco pese a que Cuevas esperaba el pase en inmejorable posición para definir.

La expulsión del arquero Brasca, que agredió con un cabezazo a Mariano Aldecoa, convirtió la reacción de Talleres en un espejismo. Mario Gómez hizo ingresar a César Mansanelli, pero a Belgrano le faltó audacia para doblegar la resistencia albiazul. El cero fue un hecho consumado. ¿Premio o castigo? El final del campeonato guarda la respuesta.

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