Hugo García / [email protected]


Fueron 3.000 socios, casi el 80 por ciento de los habilitados. Ni así mejoró la "T".

Diego Pozo levantó la cabeza y se encontró con... la nada. Eran las 15.30 de ayer y, a una hora de iniciarse el partido ante Unión, el arquero de Talleres salía al campo de juego para el reconocimiento de rutina, cuando levantó la cabeza y vio la popular norte vacía y la platea cubierta sólo con algunos controles. El impacto de un Chateau vacío (caben 47.500 personas) fue similar al del pelotazo que te dobla las manos.

"Al fútbol lo están matando", reflexionó el arquero albiazul, con toda razón.

La medida afista de permitir el ingreso a socios y abonados locales (¿sabrán que la barra también porta carnets?) y sin hinchas visitantes por la "maldita" violencia determinó la peor escenografía para el futbolista: jugar para poca gente.

Al final, hubo cerca de tres mil personas (los habilitados eran 4.000), que le dieron un marco familiar al Chateau -como a muchas canchas- gracias a "los barras pagas" y a quienes los supieron fomentar (los jugadores, DT, dirigentes y políticos).

Y los hinchas marginados tuvieron que seguirlo por radio, por Internet o esperar las diferidas imágenes de TV.

Igual, las evidencias del "nuevo orden" (atado con alambre porque esta semana volverá a haber cambios) hicieron historia en el Chateau: la popular norte, con la menor concurrencia desde que la "T" es local en el Chateau, fue dividida por un mini pulmón policial que separaron a los pocos hinchas de ambas barras (200 de La Fiel y 150 de Las Violetas) y la platea descubierta estuvo vacía igual que la cabecera sur. Y el único hincha de Unión que se llegó al Chateau, no pudo entrar.

Un tarde perdida. Los asistentes al juego de ayer pensaron que Talleres se esmeraría como una muestra de gratitud por su presencia. Es más, algunos hinchas podrían haber flaqueado ante la intención de suspender la fecha de Agremiados, la que se conoció justo cuando varios aún estaban en casa.

Pero ni así. Talleres fue el de siempre y sus hinchas debieron conformarse con no perder y que pudieron volver de una pieza porque los líderes de la barra no pueden entrar. "Al fútbol lo están matando", dijo Pozo. Seguro que hay que salvarlo, pero también desde la cancha. Porque ahí, con semejante nivel de juego, también se va a morir.