Talleres y Unión no salieron de la mediocridad general, dieron una apática imagen con el 0-0. Hubo unas tres mil personas.

Un estadio sin gente es como un esqueleto sin carne. O sea sin vida, sin latidos, sin emociones ni respiración. En ese marco, exiguo y desolado, Talleres y Unión estuvieron a tono con la realidad del fútbol de estos tiempos, ofreciendo un partido lo suficientemente malo como para terminar de acobardar a los valientes que fueron y justificar la tarde libre de los que decidieron darle la espalda. El cero a cero final resultó toda una calificación para los muchos y a esta altura insolubles problemas de Talleres para jugar, insinuar algo y hacerse respetar en Córdoba y para Unión que amagó con complicarle la tarde a Talleres a través del talento de un jugador distinto como Paulo Rosales pero se fue diluyendo con el correr de los minutos hasta terminar aceptando ese puntito magro que solo tiene importancia por haberlo conseguido en condición de visitante.

Talleres no pudo. Unión no supo y en el medio quedaron 90 minutos que por momentos se hicieron insoportables por la escasa jerarquía. Tanto fue así que los pocos hinchas albiazules que estuvieron en el Chateau volvieron a acordarse del gerenciador y no tuvieron fuerzas ni siquiera para festejar los goles de Colón ante Belgrano en Santa Fe.

El partido nunca logró emerger de una chatura por momentos exasperante y en ese sentido la actuación de Talleres debe haber dejado en el ánimo de la dupla Oste-Carrizo una preocupación superlativa que agiganta la sensación que ambos tienen de haber fracasado rotundamente en la conducción futbolística albiazul. O para ser más justos, de haber continuado con ese fracaso total que edificó Roberto Saporiti y su horrorosa gestión en el club de barrio Jardín.

El primer tiempo, en lo que hace a la acumulación de méritos futbolísticos, el parcial le perteneció al elenco «Tatengue» porque pudo contar con la lucidez de su mejor jugador: Rosales. Un problema repetido para Emanuel Giménez, Dragojevich o el que saliera a buscarlo por donde se moviera el enganche albirrojo. A los 4' ya había hecho un desbande en el área de Pozo que no terminó en gol porque hizo una de más y se demoró en definir. Unión con la batuta de Rosales lo atacó a Talleres jugando por abajo y buscando a Rami con pelotas profundas o algún centro cruzado. A Talleres le costó una barbaridad leer por donde pasaba el trámite del juego por la sencilla razón de no hacer pie en el medio y no tener un jugador para darle el balón en el arranque de cada jugada.

¿Y Bustamante? A todas luces su trabajo fue inexistente por donde se lo mire. Por momentos da la sensación de que nunca jugó en primera división y una vez más dilapidó la enésima chance que le dieron de ser titular en Talleres. Entonces la cosa quedó planteada así: Unión tratando de hilvanar juego y Talleres respondiendo solamente con la turbulencia de Píriz Alves que nunca termina una bien, con la desorientación de Ceballos y algunas pocas apariciones de Klein que inventó algún desborde por derecha sin demasiadas consecuencias para el arco de Assef.

El balance de la etapa dejó un mejor saldo para Unión que estuvo más cerca aunque Rami resolvió siempre mal. Hizo un gol con la mano, definió pésimo un mano a mano con Pozo y careció de claridad para imponer su talla en los metros finales. Talleres, además de lo poquito que insinuó arriba, dejó una imagen pobrísima en el trabajo de su última línea en la que Mustafá tuvo una tarde para el olvido errándole al balón y matándose a pelotazos con Malagueño quien obligó a la dupla a variar los roles en la defensa de Talleres solamente porque no le gusta jugar de stopper por el sector izquierdo. Como habrá sido de malo la producción de Talleres atrás que el que más lució fue Juan Cruz Gill.

En el segundo tiempo, Talleres salvó un poco más la ropa poniendo el juego veinte metros más adelante por mérito propio y por la timidez de Unión que se olvidó de Rosales y se dejó arriar contra el arco de Assef. A los 6' el pibe Quiroga (de floja actuación) ejecutó un tiro libre que cabeceó Píriz a boca de jarro y tapó el arquero santafesino en forma estupenda y un minuto más tarde Ceballos apareció solito en la derecha pero definió cerrado y afuera.

A los 25' reapareció Rosales en la administración del ataque de Unión y lo dejó solo a Urresti que elevó el remate ante la salida de Pozo y a los 37' el arquero albiazul se quedó con la pelota del partido al tapar en dos tiempos un cabezazo de Martínez a quemarropa y con destino de gol. Antes del final, solamente quedó en los apuntes una gran jugada del pibe Díaz con remate incluído que Assef con esfuerzo sacó sobre su palo izquierdo.

Nada más. El empate en blanco gobernó definitivamente una tarde descolorida y sin calor. Todo fue difuso, lánguido, cepia. Talleres no consigue elaborar ni siquiera una alegría que genere un cachito de alivio. Unión se llevó un puntito famélico. Talleres se quedó con otro que no le sirve para nada. El partido viajó hacia el olvido con un cero a cero que habla por sí solo.