Con goles de pelota parada, Talleres logró reír después de cinco fechas. Convirtieron Píriz de tiro libre y Ceballos de penal. Jugó por momentos bien. Fue expulsado Gill.

Talleres se dio el gusto de vivir una tarde tranquila. Por todos los recaudos que tomó afuera y por los momentos de buen funcionamiento que pudo mostrar adentro de la cancha. Que fueron alternados, es cierto, pero con la contundencia de sus dos delanteros logró la diferencia en la red de Daniel Islas que sirve para descomprimir, para respirar un poco, para quitarle un «cachito» de presión a la caldera que envuelve a la realidad albiazul.

El primer concepto genera una verdad contradictoria. Talleres ganó bien 2 a 0 pero en algunos pasajes del juego sufrió. Pasó zozobra atrás y Pozo volvió a demostrar que atraviesa por un momento excepcional cuando el elenco albiazul perdió la pelota, se paró peligrosamente en el borde de su balcón mayor y Huracán, con el «Novillo» García liderando los ataques, lo puso a laburar con un par de pelotas con destino de gol.

Talleres fue el dueño absoluto de lo ocurrido en la primera media hora de juego, lapso en el que produjo lo mejorcito que se le ha visto en lo que va del torneo en condición de local. Porque arrancó ganando 1 a 0 con el balazo de Píriz de tiro libre que casi volteó el arco de Islas y después, contrariamente a lo que le sucedió ante el Huracán del «Turco» Mohamed, respaldó ese desnivel jugando e instalando el partido en el campo del elenco bonaerense. Parado con tres en el fondo (cinco en el momento de retroceder) con Trullet para ser salida por la derecha, Klein trabajando adentro y bien en el recorrido de la pelota, Dragojevich en el medio batallando para disimular su lentitud y el pibe Quiroga por la banda izquierda metido en el partido, con ganas, mostrando buen manejo aunque a veces demasiado preocupado por Vanniuwwenhoven, quien lo arrastraba hasta la línea de defensores, obligándolo a un trayecto demasiado largo a la hora de arrancar de nuevo. Con Bustamante y sus intermitencias en el armado, con ese dibujo Talleres era mucho más que Huracán y como producto de esa superioridad creó tres situaciones muy netas en los palos de Islas, siempre por la vía de un encendido Píriz Alves, como para bajarle la persiana al partido.

No contó esta vez con una participación efectiva de Ceballos, porque no «entró» en el partido, precisamente en el momento de mejor producción colectiva de su equipo. Talleres no cerró el resultado y ese fue su error. Estaba claro que al estirar los minutos ganando solamente 1 a 0 y haber desperdiciado mucho, esa ambición inicial iba a ejercer un efecto boomerang convirtiéndose en ansiedad primero y en miedo a equivocarse después. Ahí aprovechó Huracán para quedarse con el control de la pelota, zafar del asedio albiazul para tomar posiciones en el medio y con la inteligencia del «Novillo» García para moverse en los últimos metros y la habilidad de Matías García para tocar el balón, el equipo del «Negro» Agüero apretó a Talleres, exigió a Pozo, le pegó un par de sustos (en uno de ellos Malagueño la sacó en la línea) y lo hizo lamentar de aquellos goles de la tranquilidad que no fueron.

En el complemento, a los 16' el «Novillo» tuvo el empate cabeceando a boca de jarro pero Pozo, a medias con Malagueño, se lo impidieron y esa fue la última vez que Huracán comprometió la victoria albiazul.

Golpe de gracia

Como había ocurrido en la primera media hora de juego, Talleres reaccionó y llevó otra vez el partido lejos de su arquero. Con Píriz corriendo todo, con alguna aparición de Ceballos, con el soporte de Klein, quien logró redondear una buena tarde, y luego cuando le dejó su lugar a Felicia, el medio albiazul terminó de apuntalar la tarea de Dragojevich para que Talleres pudiera plantarse allí con solidez y Huracán, con Matías García, no tuviera ya ni los espacios ni las libertades que le permitieron ser peligroso en el último cuarto de hora del primer tiempo.

Solo faltaba el golpe de gracia y Talleres lo fue a buscar sin la organización colectiva de su mejor momento del juego (Bustamante desapareció en escena y luego increíblemente se acalambró) pero con mucha determinación.

El arbitro Mazzoni en el único error que cometió no cobró un claro penal de Islas al pibe Díaz y en la secuencia siguiente sancionó uno muy dudoso de Blanco contra Dragojevich sin advertir que en la jugada previa Mustafá le ganó con «plancha» el balón a Levato. Ceballos lo aprovechó, hizo el segundo y disimuló su opaca labor con el gol suyo de cada fecha que esta vez, sí sirvió para sumar de a tres.

Ganó Talleres. Bien. Sin discusión. Superó un escollo asumiendo toda la responsabilidad. Le puso un poco de quietud a su controvertida realidad.