Talleres e Instituto tienen notables delanteros que cumplen su función, pero deambulan en la tabla por falta de juego.

¿Cuál es la razón por la que Talleres e Instituto, que tienen entre sus filas a dos de los tres mejores delanteros de la B Nacional, deambulan hoy, a nueve fechas del final del torneo en la mitad de la tabla, lejos del protagonismo que quiere la gente y que impone la fuerza de sus respectivas historias?

Porque tanto Diego Ceballos como Daniel Giménez han cumplido con creces hasta acá, con la consigna principal que ameritó la contratación de ambos. En cualquier campeonato y especialmente en el ascenso, el equipo que cuente con la materia prima esencial en el arco de enfrente para hacer la diferencia y una cierta solidez en el propio que inspire algo de tranquilidad, asegura cuento menos la chances de discutir los primeros lugares del torneo.

Ahora bien, los dos equipos de Córdoba en la B reúnen esos requisitos y sin embargo parecen destinados a la pena más que al fervor. Al bajón antes que a la euforia. Al ojo de la tormenta antes que a las arenas del paraíso. A la dureza de las críticas antes que a la dulzura en los oídos. A la mediocridad antes que a la excelencia.

Veamos. Está claro que en este tipo de competencias, donde a veces el fragor de la lucha se consume de un mordisco las cualidades técnicas, es necesario algo más que la heroicidad de un arquero y la eficacia de un gran goleador.

Hace falta, indispensablemente, que aquellos que poseen desde la cuna ese bonus track para jugar, aparezcan y se hagan respetar con el único argumento que no se compra en el supermercado: el talento. Talleres e Instituto tienen en ese aspecto también con qué, sólo que en diez fechas del campeonato no encontraron la manera de poder demostrarlo para rodear, asistir, respaldar y alimentar a sus estupendos delanteros.

Por ahí pasa la cuestión. Porque más allá de las discusiones de perogrullo y de las disquisiciones tácticas, el fútbol se retroalimenta en sí mismo y solamente lo salvarán aquellos que entienden como es el juego y eso tan simple de darle redondita, la pelota a un compañero.

Ceballos demostró que sabe y que su formación le alcanza y le sobra para jugar en esta divisional. Pero si él no encuentra el arco, Talleres (la dupla Oste-Carrizo) tendrá que alcanzarle la brújula fabricando aunque sea un «10» de los tres que tiene en el plantel (Bongioanni-Bustamante-Klein) ya que ninguno ha justificado hasta ahora el mandato de semejante camiseta. Ellos no han aparecido y a esta altura del campeonato, Talleres y Ceballos los necesitan. Imperiosamente.

Giménez demostró que es un «Tanque» de guerra y que por presencia y por ser un «animal de área» se vale por sí sólo pero que con otra asistencia, mejor rodeado, con alguno de buen pie que no lo obligue a morir a pelotazos, con seguridad visitará mucho más seguido las redes rivales. Instituto (Quiróz) tienen la obligación de activar de una buena vez, a cualquiera de esos que todos creemos saben jugar (Moreno-Castro-Tosi) para que el hecho de tener un gran goleador y un correcto arquero no tengan el gusto a poco que sus hinchas sienten en este momento.

A diferencia de Olimpo con Ismael Blanco, Talleres e Instituto figuran mejor en la tabla de los goleadores que en la de las posiciones. Como si fueran un auto de carrera a gas. Faltan 27 puntos y aún no está nada perdido. Pero en el fútbol como en el truco: hay que saber jugar, hay que ligar y especialmente, saber rodear al ancho para sumar.