Nadie sabe, a lo mejor ni Saporiti, cuáles fueron las razones verdaderas de su intempestiva decisión. Los hinchas de Talleres disfrutan su alejamiento.

Roberto Saporiti se fue sin pagar la deuda que según sus propias palabras, mantenía desde hace mucho tiempo con la gente de Talleres. Su ciclotimia y sus interminables contradicciones pudieron más que su estentórea verba. Esa que en la mayoría de los casos rozó (invadió) el terreno de la demagogia. Saporiti se fue sin dejarle absolutamente nada importante a Talleres pero con la sola decisión de haberse ido, el público albiazul se lo agradece igual. Más allá de la gran victoria del sábado en el clásico ante Instituto, su alejamiento representó la mejor noticia para, como él mismo lo llama, «el pueblo tallarín».
Nadie sabe, a lo mejor ni él, cuáles fueron las razones verdaderas de su intempestiva decisión, surgida claro está, a caballo de un triunfo resonante y que genera una enorme repercusión. Saporiti, quien varias veces renegó del mandato impiadoso de los resultados, utiliza uno de los pocos que tuvo a favor en el campeonato para revolear la media e irse por la puerta más chiquitita del Chateau. Lo hizo mirando la paja en el ojo ajeno, contándole las costillas a un club que le dio trabajo respondiendo a todos sus requerimientos (pretemporada-refuerzos-viajes) y que hasta acá le venía cumpliendo con los 18 mil dólares mensuales de sueldo que por supuesto estuvo lejos de justificar.
¿Cuál fue su contrapestación? Muchas contradicciones a la hora de pergeñar el libreto futbolístico, un equipo que salvo honrosas excepciones, no funcionó en ochos fechas del torneo y una pésima relación con casi todo el estamento del fútbol. Léase público, prensa y porque no, algunos integrantes del plantel.
Si hasta en el momento de irse de Córdoba, Saporiti hizo gala de una incoherencia llamativa por su experiencia y su declamada capacidad de «hombre de fútbol». Es una de las pocas veces que un técnico deja un plantel sin despedirse de los jugadores. Esos que mientras paladeaban el triunfo ante Instituto se iban enterando por los periodistas que se estaban quedando sin entrenador. Claro que también apeló a su acostumbrada dualidad de discurso. Fue cauto, moderado con los periodistas de Córdoba y totalmente preciso con los colegas de los medios capitalinos ante quienes confirmó que ya no volvería a esta ciudad como técnico de Talleres. Igual que cuando desde el sur invitó a la gente albiazul a ser campeones en el Chateau y un par de meses después le pidió que esperen 14 fechas para ver a un Talleres sólido y protagonista.
Así son las cosas. Una sensación de evidente alivio recorrió las calles de barrio Jardín. Saporiti se fue de Talleres sin dejar ni una sola huella de su pobrísima gestión, cerrando de esta manera su improductiva historia con este club y alejando definitivamente toda posibilidad de regresar alguna vez. Se fue Saporiti. Todo Talleres canta de alegría mientras él busca otro ámbito donde pueda cantar su canción.