Al emotivo Talleres-Instituto no le faltó marco, porque más de 30 mil personas imprimieron el color y el fervor de las grandes tardes del fútbol cordobés.
Los dos venían en medio de vaivenes en el torneo, pero eso no mermó la expectativa del público para ver de nuevo un choque oficial entre Talleres e Instituto. Como para refrendar que es uno de los grandes clásicos del interior del país.
Más presencia en las tribunas de parte de los albiazules, que eran locales y marcaron diferencias sobre todo en la platea descubierta, pero también una enorme cantidad de gente de Instituto, que se mantuvo a pie firme a pesar de la desventaja en el marcador y en lo numérico, por las tres expulsiones.
Cuando muchos todavía ni se habían acomodado, llegó la primera emoción fuerte por el penal a Diego Ceballos, que el propio goleador albiazul mandó a la red. Explosión en la cabecera Norte, que estuvo en disputa durante la semana, y volvió a ser albiazul.
En medio del eco por la apertura del marcador, vino el segundo para la «T», para la fiesta desatada cuando todavía no había transcurrido ni un diez por ciento del encuentro.
Sin embargo, el fuego albirrojo no se apagó porque un minuto después descontó el «Tanque» Giménez, también en una gran tarde, y Pozo comenzó a trabajar a destajo. El empate trasladó de cabecera el delirio, y parecía que la Gloria daba vuelta el marcador y la fiesta. «Cantá un poquito la...» desafiaban los de Instituto a la multitud albiazul, congelada por el inesperado 2 a 2.
El equipo de Quiroz no logró mantener el envión, el de Saporiti (al menos hasta ayer), salió de la siesta anticipada y retomó el mando en el resultado y en los cánticos. Así sería hasta el final, aunque los albirrojos no declinaron en el aliento a su equipo, sobre todo en la adversidad y por las expulsiones. Gritaron aun cuando la derrota estaba consumada.
Al final, Talleres se floreó para el «ole» de su tribuna, que saludaba con trapos al viento el regreso a un triunfo oficial sobre Instituto, desde 1998. En la despedida, los aplausos se los llevó Ceballos, por el lustre de sus goles, y el estribillo de «uruguayo, uruguayo», recayó en Piriz Alves, quien puede hacer resurgir el amor con la hinchada.