Por Eduardo Eschoyez
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Cuando a los 25 minutos del primer tiempo, el árbitro paró el partido para que los jugadores se refrescaran, hubo un alivio generalizado. Alivio tuvieron los jugadores, porque en la cancha había como 35 grados y las piernas pesaban. Pero también todos los que miraban el partido, porque Talleres estaba jugando mal. Y cuando Talleres juega mal, el final de la película es conocido: pierde, la gente se enoja y llueven los insultos.
Ese paréntesis, necesario desde lo biológico, lo fue también mirando el juego desde la perspectiva futbolística: flotó la esperanza de que la pausa pudiera permitirle a la "T" tomar aire, respirar profundo e intentar de nuevo el arte del pase al compañero y de la armonía para jugar sin tropezar con la pelota.
Pero se comprobó, una vez más, que en estos casos la realidad es triste y, encima, no tiene remedio: no cambió nada. El traguito de agua no alcanzó para enjuagar las ideas. Peor aún, la sobredosis de dudas y temores direccionó el fútbol de Talleres hacia la falta de confianza y de entidad. Hizo todo a pulmón. Se equivocó en cosas simples y fue incapaz de establecer los climas para jugar, la única fórmula que lo iba a sacar de la fogata.

Aciertos
Lo poquito organizado que Talleres hizo en el partido lo condujo al gol, o a las escasas chances de pregol que tuvo. Un zurdazo de Valenti, tras una devolución de Bustamante, se fue al costado del palo derecho de Gutiérrez. Al ratito, Valenti metió un cabezazo que pudo terminar adentro. Estaba claro que dos pases seguidos bien, ya eran un capital. Y que un acierto ofensivo abriría todas las puertas. Entonces Correa se animó, desde la izquierda. Wagner lo cruzó. Penal. Ceballos no falló: chanfle, contra un palo. Gutiérrez, al otro.
¿Lo merecía, Talleres? ¿Había sido más que Olimpo? ¿Qué referencias de su dominio pueden rescatarse, en un partido chato, con los arqueros como espectadores de lujo?
El segundo tiempo fue una continuidad del primero. Olimpo siguió intentando por afuera, con Cabrera y García; Talleres, tratando de domar la pelota y de localizar a Bustamante...
Hubo muy pocas llegadas a los arcos. La calidad del juego no subió ni medio punto, aunque daba la sensación de que Talleres tenía todo bajo control. Sobre todo cuando Basanta se fue expulsado y dejó a Olimpo con 10.
Pero ni así la "T" se puso el pantalón largo: ¿habrá sido por el "calorón"? Blanco no anduvo con preguntas: la pelota le quedó de frente, sin arquero ni nada. Gol. Los centímetros que recorrió el balón hasta la red fueron una puñalada profunda, certera, directa al corazón.