Por Eduardo Eschoyez

Un golcito más le hubiera evitado a Talleres la angustia que le tocó vivir en los minutos finales, cuando no encontraba la manera de asegurar la victoria ni se mostraba firme atrás como para resistir lo necesario. Ningún 1-0 tiene garantía de satisfacción hasta que el partido termina. El de ayer, de la "T" contra Ben Hur, menos que menos.
En líneas generales, a Talleres se le reconoce la vocación de querer ganar el partido por el camino del buen juego. En las intenciones, al menos. Todos sus movimientos, y los cambios que intentó Roberto Saporiti, tuvieron que ver con la idea de ir al frente, de buscar el toque.
Pero, claro, otra cosa es la realidad. Sus dificultades empezaron cuando tuvo más velocidad que precisión. Cuando más necesitó serenarse para no perder de vista el objetivo de ganar con un "paso a paso", el retroceso de Ben Hur fue cerrándole los caminos hacia el área de Daniel Bertoya. Entonces el partido se niveló para abajo: mucha lucha, más juego lateral que profundidad y más eficiencia en los destructores que en los armadores.
A Talleres le costó mucho crecer en el juego moviendo la pelota sin exponerla. Trató de organizarse, pero rápidamente cayó en la tentación del envío largo para que los de arriban la aguantaran.

Paso a paso
En un ratito, Talleres vivió dos sensaciones muy fuertes, en las que quedaron expuestas sus limitaciones y sus posibilidades. En el primer minuto, Barbosa se complicó solito al pretender reventar la pelota y terminó pifiando el latigazo. Increíble. Panigutti y Bustos lo apretaron feo. Barbosa salió como pudo...
A los cuatro llegó el contrapeso de ese trago amargo. El equipo se desperezó hacia adelante y tuvo la chance de llegar al gol con un cabezazo de Ceballos, que Bertoya manoteó por arriba.
Pero la más clara se produjo un ratito más tarde, cuando el arquero de Ben Hur falló en un centro y Barbosa tiró al gol. La pelota rebotó en Otal y se fue al córner. Era gol. La gente lo gritó.
Cuando los dos equipos se acomodaron, a Talleres el arco de Bertoya comenzó a quedarle cada vez más lejos. Tuvo algunas situaciones de gol: algunas claras; otras no tanto. Y si bien se hizo fuerte por la derecha, con la asociación Trullet-Felicia, no logró integrar a González y Ceballos si no era a los pelotazos.
La más clara de Ben Hur fue una escapada de Bustos, que Malagueño cortó abajo de manera magistral.
En el arranque del segundo tiempo, la personalidad de Felicia talló la diferencia. Ganó su franja con inteligencia en la distribución y concentración para retroceder. Metió el gol (un golazo) y el partido cambió.
El tema es que Talleres no cerró la discusión. Y mientras estuvo abierta ¿quién podía certificar que Ben Hur no iba a empatar? Por eso, más que euforia, el final trajo una sensación muy parecida al alivio. Había sido un triunfo justo y necesario.