Sin hazaña


Por Hugo García. Enviado especial a Buenos Aires.
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No hubo milagro para Talleres. Ni futbolístico ni anímico. Ante Chacarita, no pudo transformar el empate en el necesario 3-0 para acceder a la final del repechaje. Y en pocos momentos pudo mostrarse libre de los condicionamientos que representaron los mazazos que recibió ante Nueva Chicago y en el juego de ida ante los funebreros, en el que ni siquiera generó una llegada.
El telón cayó, lento y piadoso, mostrándolo a Talleres desesperado por corregir en 90 minutos todo lo mal que había hecho antes. Al final, no pudo redimirse. Y tampoco aprovechó que “Chaca” lo respetó más de la cuenta, al punto de apelar a un quinto defensor para asegurar el 0-0.
Pero a no rasgarse las vestiduras, porque cuando este cuento se escribía fueron pocos los que se animaron a ponerle freno a las declaraciones que hablaban de ascenso y campeonato, cuando la realidad era que, con el formato “juego a lo que puedo, o a lo que me sale”, el equipo caminaba sobre el límite de sus posibilidades.

Le faltó final
En el capítulo final, Talleres fue protagonista, como casi siempre, pero su falta de gol, lo volvió a condenar. Recuperó a Hernán Franco como máximo exponente del intento por ser prolijo en la gestación de su juego. “El Pichi” se hizo importante porque limpiaba la jugada, para que recibiera el compañero mejor ubicado. Y tuvo de socios, aunque sea un ratito, a Leguizamón, Cabrera –como enganche- y Lázaro; y dispuso de tres situaciones claras.
Pero chocó con “Leo” Aguirre, brillante en dos cabezazos ante Cabrera y Espíndola. La restante fue una entrega fallida que le quedó al ex Boca y éste no supo resolver. Algo por lo que Talleres también sufrió su condena.
Fue como una señal. Después de esa jugada, el equipo albiazul ya no sería tan claro.
Franco se cansó, Pereira tomó mayor protagonismo y como la pelota empezó a viajar mucho por arriba, el partido se acható. Talleres ya no tuvo referencias claras en ofensiva, ni siquiera cuando entró Real. Y cuando volvió a tenerlas, a sus delanteros les sobró un tiempo.
Chacarita se administró con la ventaja del 2-0, y sólo exigió a Argüello cuando la resignación se hacía carne en Talleres.
¿Fue mejor Chacarita que Talleres? El equipo de Héctor Rivoira cumplió su plan de juego: hizo la diferencia en Córdoba cuando la “T” peor estaba, y ayer la cuidó. El equipo de Roberto Saporiti no tuvo identidad ni destellos en sus individualidades. Y ahí quedó, sin nada por jugar.




Con las manos vacías


* Talleres empató sin goles con Chacarita y seguirá un año más en la B Nacional.
* En una semana se empieza a definir el futuro del plantel y del técnico Roberto Saporiti.
* Chacarita ahora enfrentará a Huracán. El ganador irá a la Promoción ante Argentinos.

Juan Ignacio Pereyra / Agencia Buenos Aires

Tal como se esperaba, Talleres no logró dar vuelta la serie del Reducido ante Chacarita y se quedó sin nada. Paradójicamente, en menos de una semana, pasó de tocar las puertas de la Primera División a la desgracia y la angustia de permanecer una temporada más en la B Nacional.
Tras la sólida victoria en Comodoro Rivadavia ante la CAI, el conjunto de Roberto Saporiti se abrazaba, como nunca en el año, a la ilusión del ascenso. A sólo una fecha del final, era el líder del Clausura y, de ser campeón, contaría con tres posibilidades de pegar el salto de categoría.
Sin embargo, con la fugacidad de un chasquido, resultó derrotado y con las manos vacías, masticando la angustia por un sueño que se destrozó.
Talleres había quedado al borde del abismo el último martes, luego de la desastrosa actuación en el Chateau Carreras ante Chacarita, en el partido de ida. Sin asimilar el cachetazo de Chicago, que le arrebató el título, a los tres días volvió a tropezar de manera estrepitosa ante el «Funebrero»: una actuación lamentable, dos jugadores expulsados y un resultado que lo obligaba a ganar por tres goles. Estaba claro, tenía enfrente de sí mismo una empresa que resultaba inaccesible para un equipo desangelado y abatido.
Con un panorama desolador, a Talleres le quedaba, como dijo Saporiti, maquillar la patética imagen de la última semana, más allá de la quimera de revertir el resultado ante un Chacarita que lo esperaba con la seguridad de contar con más de media clasificación en el bolsillo. A pesar de la adversidad, esta vez la «T» exhibió una imagen reconfortante. Si bien no pudo lograr la victoria, superó a Chacarita durante todo el encuentro.
De entrada, Talleres presionó lejos de su arco y fue agresivo. En un campo de juego desparejo, se hizo difícil mantener la pelota a ras del suelo. De esta manera, partiendo de la fortaleza del experimentado Franco, el hostigamiento de los volantes y los delanteros cordobeses forzó unos cuantos errores en la zona defensiva del rival. Pero esta vez, el mayor déficit estuvo en la definición, sobre todo en el primer tiempo, cuando no logró convertir en ninguna de las cinco oportunidades gol que tuvo; parte por incapacidad y otro tanto por la gran tarde del arquero Aguirre, quien se convirtió en la figura del partido por sus intervenciones decisivas.
Las dos jugadas más claras fueron en la etapa inicial, una al comienzo y otra sobre el cierre. En la primera, Espíndola aprovechó una falla defensiva, encaró al arquero pero éste se recuperó para enviar la pelota al córner. En la segunda, Aguirre tuvo una brillante reacción para ahogar el grito ante un fuerte remate de Cabrera a quemarropa. Durante este lapso, Chacarita llegó una sola vez, aunque con mucha claridad, y Argüello respondió seguro.
En el complemento Talleres se desinfló totalmente, sin poder sostener el ritmo de juego del inicio. Y el partido ingresó en un pozo oscuro.
Chacarita, entonces, se dedicó a aguardar el desenlace que lo depositó en la final del Reducido. Mientras Talleres, ya sin fuerzas ni ideas, observaba cómo languidecía su sueño.