Ante una multitud que arrojó 585 mil pesos de recaudación, Talleres dejó pasar una nueva chance. Pero aún tiene una posiblidad de ascender, disputando el reducido.
Gustavo Zamudio - [email protected]
La gente puso todo. Sólo le faltó ingresar al campo de juego y meter un gol. Llenó el estadio, tal como lo había pedido el técnico Roberto Saporiti apenas terminó el partido frente a la CAI a cambio de un campeonato que el técnico prometió. Le brindó una recepción emocionante al equipo apenas pisó la despareja cancha del Estadio Córdoba y dejó en boleterías 585.000 pesos.
Alentó hasta en los 15 minutos del entretiempo y sobre el final, cuando casi todo estaba perdido, le pidió a sus jugadores que no metiera un gol, porque eso iba a significar el último golpe de la tarde: la coronación de Belgrano.
A los 35 minutos del segundo tiempo algunos simpatizantes albiazules ubicados en la platea techada y en la popular del Autotrol se fueron. No soportaban más ver a un equipo que no les transmitía nada y prefirieron terminar con la angustia que los ahogaba. Por entonces la radio decía que en Caballito, Belgrano le ganaba 2 a 1 a Ferro con diez hombres, por la expulsión de Bolati.
Pero la peregrinación masiva hacia los autos y colectivos que los iban a regresar a sus casas se dio un par de minutos después, cuando de esos mismos parlantes de la radio los relatores gritaba el tercer gol de Belgrano. El “Celeste” estaba a un gol de conseguir el Clausura. Daba lo mismo si el gol lo convertía el propio Belgrano y se ponía 4 a 1 o si Talleres le empataba a Nueva Chicago y lo bajaba para darle lugar al “Pirata”. La reacción de la gente fue inmediata, los que se quedaron en el Chateau empezaron a silbar cada ataque del albiazul y a gritar que saquen el pie del acelerador, además festejaban los escasos avances de Chicago. Estaban perdiendo el Clausura y al menos querían irse del estadio con un premio consuelo: que Belgrano no sea campeón.