En la Patagonia le ganó 2-1 a la CAI y si la semana que viene vence a Nueva Chicago será campeón del torneo Clausura y definirá el primer ascenso ante Godoy Cruz, dueño del Apertura.
Juan Ignacio Pereyra / Enviado especial: Comodoro Rivadavia
A Talleres le falta un escalón. El último. Ese que le permitirá estallar en un desahogo profundo. Tras el valioso triunfo que obtuvo en su visita a la CAI, está ahí. A un paso de la gloria. A noventa minutos de la consagración. A un suspiro de lograr ese título que se propuso como primera meta en este semestre.
El conjunto de Roberto Saporiti ostentó una de las actuaciones más compactas de la temporada. Y no lo hizo cualquier día. Ocurrió en el momento en el que suelen aparecer los fantasmas y cuando tambalear puede echar por la borda toda una campaña. Cuando tenía que pisar fuerte porque Belgrano apretó el acelerador y lo persigue con el aliento en la nuca, sin margen para el error.
Talleres se plantó en el Estadio Municipal de Comodoro Rivadavia con las dudas lógicas de una instancia definitoria. Demoró casi un cuarto de hora en encontrar la sintonía y aflojarse. La tensión provocaba desinteligencias en el mediocampo. Ruggiero fallaba pases de dos metros. Los delanteros no podían aguantar la pelota. Los firmes Oyola y Malagueño, dos baluartes defensivos, corregían las fisuras sobre el límite. El equipo cordobés era una bola de nervios. No había sincronización, sobraban las imprecisiones y reinaba la tensión.
Hasta que, de pronto, Espíndola conectó un cabezazo de pique al suelo y la pelota salió besando el poste derecho de Trípodi. Esa llegada funcionó como un cachetazo que le aportó lucidez a todo el conjunto. Ruggiero comenzó a tomar los tiempos en el medio. Lázaro y Cabrera desequilibraron por los costados, al igual que los escurridizos Leguizamón y Espíndola. El dominio fue absoluto y las posibilidades de gol se sucedieron. Entre Cabrera y Leguizamón fallaron una oportunidad increíble en la puerta del área chica. Luego Trípodi impidió el gol en dos ocasiones, primero rechazando con los pies un remate de Cabrera y después manoteando un córner de Leguizamón.
Talleres consiguió ser un equipo corto, aunque se vislumbraban algunas grietas en defensa. La línea de cuatro se paró en la mitad de la cancha y sufrió algunos sobresaltos por la velocidad del inquieto Chavarri. La exposición era lógica, con un equipo que se plantó en campo rival, aun jugando de visitante.
Talleres fue a buscar el partido. Una exigencia que no podía eludir en función de sus pretensiones de campeón. Necesitaba ganar sí o sí. Y lo consiguió en el complemento. Saporiti no lo dudó. Apenas comenzó el segundo tiempo le ordenó a Coria que precalentara. El ex Lanús era -tal como ingresó- lo que necesitaba el equipo. El morocho se ubicó en la posición de enlace, pidió la pelota y metió el pase que concluyó con una certera definición de Cabrera, quien aprovechó su velocidad para sacar provecho de las dudas defensivas del local.
El gol rompió el partido. La CAI se quedó sin plan. Talleres se agrandó y amplió la diferencia, tras otra asistencia de Coria, que esta vez usufructuó Leguizamón. La sensación de que todo estaba resuelto se esfumó en menos de sesenta segundos, porque Bustos descontó en una jugada confusa que Argüello debería haber resuelto con mayor practicidad. Hubo algún susto para Talleres. Aunque, en realidad, el suspenso subsistía porque la diferencia en el resultado era mínima. Pero no hubo tiempo para más.
Leguizamón, Coria y Lázaro durmieron la pelota bajo su suela y el partido se terminó. Entonces sí, a Talleres le quedó un solo escalón. Sin depender de nadie, quedó a un paso de lograr el Clausura. Si la próxima fecha vence a Nueva Chicago, será campeón y disputará la final ante Godoy Cruz para volver a Primera. Si no tropieza, la gloria será suya.