Por Javier Flores l De nuestra Redacción.
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Hacía falta tanta agua para apagar tanto fuego.... El entrenador de Talleres, Roberto Saporiti, había lanzado el reto al final del partido que la "T" le ganó 3-0 a Almagro, en Buenos Aires, el lunes pasado. "El viernes el pueblo albiazul tiene que llenar el Chateau como en las mejores épocas", dijo "el Sapo" con el rostro y el gesto eufórico de quien se sentía ganador.

Y anoche, respondiendo a su convocatoria, el pueblo albiazul ocupó en una buena parte el estadio mundialista (había unas 28 mil personas), como en los tiempos dorados.
La hinchada de Talleres arrancó a puro canto y desborde dedicándole todo tipo de estribillos a sus "primos" celestes e invocando el ascenso que anhelan conseguir.
A los siete minutos del primer tiempo, Luciano Leguizamón la mandó a la red y la gente explotó. El "es para vos, es para vos, hincha de Belgrano, la p... que te p..." emergió al unísono. Pero a los 17 minutos ¡chan! Daniel Bazán Vera tomó la lanza y consiguió el empate del Tatengue.
La temperatura en la cancha fue aumentando en la medida en que los hinchas de Talleres veían que el equipo podía marcar la diferencia otra vez. No obstante, el partido se abrió y Unión volvió a poner en apuros a Argüello. La hinchada de Talleres, asustada, siguió encendida hasta el final de la etapa.
En el arranque del complemento el clima (el otro) comenzó a cambiar: se vinieron las ráfagas de viento y los relámpagos que anunciaban la lluvia. Enseguida, el temporal arreció sobre el Chateau y el partido perdió su naturaleza.
Entonces los hinchas comenzaron a inquietarse y en el medio del aguacero fue Unión el que se llevó la mejor tajada. A los 17 minutos ¡chan!: Paulo Rosales marcó el 2-1 en un campo en el que era imposible pisar o ver algo. Y a los 21 ¡chan!, Se vino el Tsunami. Weiner le bajó la cortina (de agua) al partido y a los ánimos de los cordobeses.
De repente, la era del fuego se convirtió en la era del hielo. Hizo falta tanta agua para acallar la voz del pueblo albiazul.