En lo que va del Clausura, Talleres sólo jugó bien 30' ante Chacarita, un tiempo ante Huracán y los 90' contra Rafaela. Pero los resultados lo acompañaron tanto que está encaramado arriba. ¿Merece estar ahí?
El rendimiento futbolístico de Talleres no se condice con la posición que ostenta en el campeonato. Encaramado en los primeros términos, puntero hasta ayer del Clausura, Talleres le hace honores a su historia de que en el ascenso debe ser protagonista.
Pero una cosa es lograr resultados y la otra jugar bien. De esto último sólo se rescatan media hora en el empate contra Chacarita, 45 minutos en la victoria frente a Huracán y los 90' del triunfo ante a Atlético de Rafaela. Es decir que su puesto en la tabla de posiciones no es igual a su rendimiento en cancha, como el sábado contra Huracán de Tres Arroyos, donde el equipo pareció haber perdido calidad, claridad y concepto de juego. Hasta el propio Roberto Saporiti afirma que el sábado se jugaron bien «seis o siete minutos», es decir en el momento en el que pudo dar vuelta un cerrado partido ante el Globo.
Porque antes del transitorio empate de Gabriel Oyola, Talleres no mereció jamás el gol. Y ni hablar de la «mano» que le dio Darío Maccarone, sancionando un penal que no fue y expulsando apresuradamente a dos jugadores del rival sin medir las consecuencias, tanto que algunos de ellos como Maximiliano Natalicchio dijo que el árbitro los condicionó con un claro «debe ganar Talleres».
Pero que el árbol no tape el bosque, porque Talleres sumó más puntos de los que realmente jugó para ganarlos.
Gonzalo Bustamante solamente apareció ante Rafaela y ni antes ni después dejó la sensación de que es un «intocable», Martín Cabrera es el jugador más valioso y además goleador del equipo pero su función no es ésa, Luciano Leguizamón más allá de algunos tantos importantes no es ni por asomo aquél que deslumbó con la casaca de Gimnasia de Entre Ríos, Ezequiel Lázaro alterna fiel a su costumbre buenas y malas y el único que parece tener realmente en claro dónde juega, para qué juega y por qué juega es Darío Zárate.
Por eso ahí debe verse la mano del técnico. Un entrenador que ha ido cambiando esquemas y algunos nombres tratando de encontrar un estilo de juego por encima del resultado, quizá por aquello de que es un hombre del riñón menottista.
Indudablemente que Talleres por historia debe luchar los primeros puestos y el ascenso, y que méritos tuvo para estar donde está, pero ojo, que el árbol no tape el bosque.

En lo que va del Clausura, Talleres sólo jugó bien 30' ante Chacarita, un tiempo ante Huracán y los 90' contra Rafaela. Pero los resultados lo acompañaron tanto que está encaramado arriba. ¿Merece estar ahí?
El rendimiento futbolístico de Talleres no se condice con la posición que ostenta en el campeonato. Encaramado en los primeros términos, puntero hasta ayer del Clausura, Talleres le hace honores a su historia de que en el ascenso debe ser protagonista.
Pero una cosa es lograr resultados y la otra jugar bien. De esto último sólo se rescatan media hora en el empate contra Chacarita, 45 minutos en la victoria frente a Huracán y los 90' del triunfo ante a Atlético de Rafaela. Es decir que su puesto en la tabla de posiciones no es igual a su rendimiento en cancha, como el sábado contra Huracán de Tres Arroyos, donde el equipo pareció haber perdido calidad, claridad y concepto de juego. Hasta el propio Roberto Saporiti afirma que el sábado se jugaron bien «seis o siete minutos», es decir en el momento en el que pudo dar vuelta un cerrado partido ante el Globo.
Porque antes del transitorio empate de Gabriel Oyola, Talleres no mereció jamás el gol. Y ni hablar de la «mano» que le dio Darío Maccarone, sancionando un penal que no fue y expulsando apresuradamente a dos jugadores del rival sin medir las consecuencias, tanto que algunos de ellos como Maximiliano Natalicchio dijo que el árbitro los condicionó con un claro «debe ganar Talleres».
Pero que el árbol no tape el bosque, porque Talleres sumó más puntos de los que realmente jugó para ganarlos.
Gonzalo Bustamante solamente apareció ante Rafaela y ni antes ni después dejó la sensación de que es un «intocable», Martín Cabrera es el jugador más valioso y además goleador del equipo pero su función no es ésa, Luciano Leguizamón más allá de algunos tantos importantes no es ni por asomo aquél que deslumbó con la casaca de Gimnasia de Entre Ríos, Ezequiel Lázaro alterna fiel a su costumbre buenas y malas y el único que parece tener realmente en claro dónde juega, para qué juega y por qué juega es Darío Zárate.
Por eso ahí debe verse la mano del técnico. Un entrenador que ha ido cambiando esquemas y algunos nombres tratando de encontrar un estilo de juego por encima del resultado, quizá por aquello de que es un hombre del riñón menottista.
Indudablemente que Talleres por historia debe luchar los primeros puestos y el ascenso, y que méritos tuvo para estar donde está, pero ojo, que el árbol no tape el bosque.