Por Hugo Caric
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En este fútbol en el que, al igual que en la vida cotidiana, lo único que pareciera importar es el éxito a cualquier precio, la victoria de Talleres sobre Huracán de Tres Arroyos, por 3-1, vendría a ser un "notición".
¿Realmente lo es? Y... En todo caso, habrá que rendirse ante la evidencia. El albiazul está -al menos por hoy- en la cima de la tabla de posiciones del Torneo Clausura. Digamos: ¿quién le quita lo bailado, por más que ayer no haya hilvanado dos pasos seguidos?
Habrá que convenir que no es sencillo refutar a las estadísticas apelando a argumentos futbolísticos. Si hasta Roberto Saporiti, un histórico propalador del discurso "lírico" y "bohemio", ayer se encargó de desviar la atención en la conferencia de prensa posterior al partido, para hablar de fútbol lo menos posible. A la hora de los bifes, está claro que todos son, o se hacen, resultadistas.

Hablemos de fútbol...
Talleres jugó muy mal ante Huracán de Tres Arroyos, y no fue novedad. Al igual que contra El Porvenir, apenas le alcanzó para cumplir la premisa de no resignar puntos como anfitrión. No habían sido mejores las cosas en el traspié con Juventud Antoniana y en el empate con Defensa y Justicia. ¿Se le habrá agotado el chip en aquel 2-1 memorable frente a Atlético de Rafaela?
La realidad indica que a Talleres le costó un montón vulnerar a un equipo que sumaba cuatro derrotas al hilo y que se había quedado sin DT a mediados de semana. Fue lento y previsible en ataque, careció de contención en el medio y una vez más se mostró dubitativo en el retroceso. Huracán se plantó lo más adelante que pudo, y lo complicó con la complicidad del árbitro, que le permitió cortar sistemáticamente con faltas los avances de la "T".
A los 23, Ruiz Díaz puso el 1-0, aprovechando un exigido rechazo de Argüello. Recién a los 36 minutos, Leguizamón provocó el primer "¡uhhh!" de la popular norte. Después, una tapada de Islas a Espíndola y un cabezazo de Oyola que dio en el palo. Muy poquito.
En el complemento, ya con un jugador más, Talleres acorraló a su rival, pero sin ideas. Ni siquiera otra expulsión, la de Martínez, le allanó el camino. Pero el empate le cayó del cielo, a los 32, con un penal inexistente que Oyola concretó. A los 35, Cabrera puso el 2-1; y a los 37 Leguizamón acertó una y metió el 3-1. Después llegó el descontrol visitante, y otras dos "rojas". Al final, Talleres toqueteó para los costados, los hinchas le gritaron "ole" a siete voluntades y esperaron el pitazo final de Maccarone, el gran protagonista de la tarde, para soltar el festejo.