Talleres le ganó 3 a 1 a un Huracán de Tres Arroyos que terminó con cuatro jugadores menos. Polémico arbitraje de Darío Maccarone. El equipo de Saporiti llegó a la cima del torneo, jugando muy mal.
DANIEL POTENZA - Especial para LA MAÑANA

Talleres le ganó sin ningún mérito futbolístico a Huracán de Tres Arroyos por 3 a 1 y esa chapa final, esos tres puntos que le permitirán verse hoy arriba en la tabla de las posiciones, representan el único argumento, la única razón que tiene el pueblo albiazul para sentirse contento. Dichoso. Feliz de poder ver al elenco de Roberto Saporiti en la vanguardia de un campeonato cambiante, irregular, totalmente parejo y a todas luces apasionante.
Todo lo demás que ocurrió ayer en el Chateau, dejó un margen tremendo para la preocupación. Por lo mal que jugó Talleres, por algunos fallos muy polémicos de Darío Maccarone y por las expulsiones que terminaron desvirtuando un partido que al dueño de casa se le había complicado.
La gente, que fue agotando su paciencia en la misma medida en que Talleres gastaba los minutos jugando cada vez peor, terminó revoleando los trapos en el cuarto de hora final, cuando la «T» logró dar vuelta un resultado que siempre le fue adverso. En la red, en el juego y en el comando de la propiedad del partido. Estaba claro que para acceder a la punta del torneo, Talleres estaba obligado a dar un salto de calidad. Demostrar la grandeza en la categoría y comenzar a ponerse, de a poco, la pilcha de candidato a algo en esta temporada. Y a la hora de la verdad demostró que no lo supo hacer, más allá del triunfo y de los tres puntos que hoy lo tienen en la cima. Porque fue tan pobre su producción, tan efímera su respuesta futbolística, tan precarias sus respuestas individuales que Huracán con un planteo simple, inteligente y ordenado lo complicó, lo maniató y puso en serio riesgo la chance de que Talleres pudiera regalarle a su gente (que fue en un gran número) la sonrisa que recién consiguió al final.
Pero, ¿cómo fue? Huracán que llegó a Córdoba sin técnico, apremiado por un presente bastante irregular, esperó a poquitos metros de su balcón mayor con un vallado de hombres que no tuvieron ni la más mínima distracción. Le dejó al elenco de Saporiti un pedazo largo de terreno por recorrer, por algunos pasajes la propiedad del balón y lo atacó de a ratos con Mariano Martínez y Wanievwenhovenn. Así la visita se hizo acreedor de casi todo lo ocurrido en la primera etapa; generó la llegada más clara con una apilada fenomenal de Leonel Natalicchio que definió desviado, convirtió atacando por el sector de Baroni, allí donde Talleres hace agua por todos lados, con un arribo de su número tres que cruzó toda la cancha para aprovechar un rebote de Arguello y se quedó con el balance global de la etapa dejando la imagen de ser más sólido y con el libreto a ejecutar mejor aprendido.
¿Talleres? Ofreció 45 minutos de nada. Mal en el fondo dando muchas ventajas sobre la posición de Baroni que juega cada vez peor, sin consistencia en el medio donde no aparecieron nunca Cabrera ni Bustamante para hacer cargo del balón y donde apenas se salvó Lázaro por su entrega y sus intentos de darle alguna prolijidad al destino de la pelota; e inexistente arriba con Espíndola desconectado y Leguizamón sin ningún compromiso. Ni con el balón, ni con la camiseta, ni con la gente ni con nada. Nadie puede explicar a esta altura del torneo por qué este jugador sigue siendo titular.
La única jugada de riesgo la generó a los 45' del primer tiempo con un cabezazo de Espíndola que rebotó el palo derecho de Islas. Eso y la expulsión de Leonel Natalicchio fueron los únicos indicios que Talleres tuvo para soñar con la chance de reaccionar en el segundo tiempo.
Pero no fue así. El equipo albiazul no tuvo ni una sola idea y a partir de los 8' cuando Maccarone comenzó a incidir en el desarrollo del juego al expulsar en forma apresurada a Mariano Martínez por una falta contra Cabrera, puso la mira en Islas pero estuvo casi treinta minutos sin patear al arco. Es más, jugando horrible, con varias actuaciones individuales que seguramente le hicieron doler la cabeza al entrenador albiazul; Cabrera, Leguizamón, Baroni, Oyola. Malagueño, Bustamante.
Aunque es válido acotar que en la intención hubo un mérito del «Sapo» que desde el arranque del complemento puso a Lucas Rodríguez de delantero izquierdo para que Talleres tuviera al menos en el dibujo, tres puntas para quebrar a un rival que esperó firme y no había cometido ni un solo error defensivo a pesar de estar con dos menos. Pero Talleres no podía. La pelota le quedaba a Zárate que resolvió siempre mal y la única vez que lo hizo bien, se la dio al indolente Leguizamón que la tiró a las nubes con todo el estadio pidiendo a Saporiti que lo saque. Cerca de la media hora, lo que Talleres no logró descifrar en 75 minutos, se simplificó cuando Maxi Natalicchio lo cruzó fuerte a Cabrera y al caer apoyó su mano derecha sobre la pelota. Penal que Oyola cambió por gol con un remate seco y fuerte. Quedaban quince y el milagro llegó. A los 35' Cabrera apareció por fin en el partido para poner el segundo y a los 37' una escapada de Rodríguez le permitió a Leguizamón cantar el tercero y burlarse de toda la platea de Talleres. Maccarone echó a Blanco y al otro Natalicchio y ahí todo se terminó.
Así ganó la T. Dramáticamente. Fue una victoria rara. Sufrida y con algunos matices que la hicieron desteñida. Sobre todo aquellos que pasan por la imagen futbolística que dejó el conjunto de barrio Jardín. Los tres puntos valen un montón pero la actuación dejó muchísima preocupación. Tanta que un histórico del club como «Paco» Cabasés pasó al lado de los periodistas y la resumió en una sola pregunta: «¿ustedes creen que este equipo puede jugar peor que hoy? Seguramente que no «Paco». Seguramente que no.