Talleres jugó un deficiente partido y en forma apretada le ganó a El Porvenir 1 a 0. Espíndola convirtió el gol y Saporiti condicionó su continuidad al frente del plantel.

DANIEL POTENZA - [email protected]

Bajo el imperio agobiante de los resultados, Talleres dio un paso adelante al superar con muchísimo esfuerzo a un muy limitado equipo de Gerli por 1 a 0. Ahora desde el prisma que obliga a una evaluación más exhaustiva sobre los caminos que el elenco de Roberto Saporiti eligió para quedarse con los tres puntos, es innegable que hubo un retroceso en relación a lo que Talleres mostró en algún pasaje ante Chacarita, en más de un tiempo con Huracán y en la gran victoria ante Rafaela en condición de visitante.
Talleres ganó y punto. Y por eso su gente explotó cuando el árbitro alterno Raúl Rodríguez pitó el final y la victoria se convertía entonces en un hecho consumado.
Antes habían transcurrido noventa minutos que tuvo varios pasajes insufribles. Para el hincha que sin dudas esperaba otro rendimiento y especialmente una noche más tranquila y también para todo el estamento albiazul, puertas adentro del vestuario, que seguramente imaginó un Talleres más cercano al apuntado anteriormente que al que perdió, groseramente, el viernes pasado en Salta.
Pero en ese sentido, Talleres quedó en deuda porque jugó un mal partido ante un equipo de menor cuantía. Que le llenó la mitad de la cancha de volantes, lo complicó especialmente en el primer tiempo y se le fue agrandando en la misma medida en que Talleres mostraba todas sus dificultades para jugar, atacar y ejercer con una mayor jerarquía su condición de local y sobre todo, su perfil de equipo carteludo de la categoría.
En otras palabras, Talleres no tuvo argumentos para cumplir con aquella máxima que dice que un equipo es definitivamente importante cuando logra hacer factible en la cancha, lo que a priori parece factible en los papeles. Quedó claro que por propia impericia del elenco albiazul, esa distancia entre un equipo con apetencias de estar arriba y otro que es inquilino de los últimos lugares en todas las tablas del campeonato, no se notó. Salvo por el gol de Espíndola pasada la media hora del complemento que le dio la victoria al elenco de barrio Jardín.
Lo del primer tiempo de Talleres fue inmirable. Nunca logró amigarse con la pelota ni inquietar a Dubra en todo el parcial. Mal Cabrera anulado por Ramiro Leone, a quien Basualdo mandó contra su posición para quitarle recorrido, cosa que logró con creces el volante de Gerli; mal Bustamante quien recién tocó el primer balón cuando iban más de treinta minutos de juego; mal Coria sin la movilidad de otros partidos y horrorosamente mal Leguizamón quien todavía no se enteró dónde está jugando y cuál es el objetivo esencial de la camiseta que le toca vestir.
Así sin elementos de juego, El «Porve» se plantó con Martens comandando toda la banda que Basualdo puso en el medio, dejando solamente a Rivas arriba, ayudado por Monroy o por Yanzi que trató de aprovecharse de todas las dificultades que tiene Baroni. Para marcar, para jugar y para ser al menos, prolijo.
De los dos el único que llegó con chances de convertir fue precisamente El Porvenir.
En el complemento, Saporiti rediseñó a Talleres. Dejó a Ruggiero que había jugado muy mal en el camarín y con Gill armó la línea de cuatro atrás con lo que Zárate se acomodó mejor en el medio. Con ese pequeño retoque y con una actitud diferente, un cachito más generosa, Talleres fue a buscar a Dubra con el impulso invalorable de su gente que alentó y empujó sin parar. Con eso le alcanzó. A falta de un mayor relieve futbolístico y a pesar de la mochila de plomo que significa Leguizamón con su nulo aporte y con sus actitudes haciendo expulsar estúpidamente, con un poquito de orgullo y algunas cositas de Lázaro, encontró el gol que buscó poco y que escasamente mereció.
Así ganó la T. Salvando la puntuación pero debiendo la actuación. Apretadamente. Sin sobrarle nada. Ante un rival que con poquito le hizo comer las uñas hasta el final.

El gol de Espíndola







El festejo