Fue un partido casi perfecto de la “T”. El plan del entrenador Medina salió bárbaro. Bustos y Cubas, los mejores.

Fue un partido casi perfecto. Todo lo que Alexander Medina pensó en la semana, terminó saliendo. Mérito suyo, pero también de sus jugadores que supieron interpretar todo lo que Talleres se jugaba en el Monumental.

La “T” fue un equipo agresivo, en todo el sentido de la palabra. Con o sin la pelota. Aplicado, intenso, concentrado, con transiciones rápidas entre defensa y ataque y con un par de individualidades. Nahuel Bustos, por su golazo, y Andrés Cubas por la manera en la que se devoró la mitad de la cancha en muy alto nivel. A esta altura no debe haber dudas: Talleres mereció la histórica victoria de visitante ante River, luego de 29 años. Fue mucho más que el equipo de Marcelo Gallardo, incluso antes del golazo de Nahuel Bustos, ocurrido a los 18 minutos del complemento. Por entonces, Franco Armani ya había sacado tres pelotas de gol y era el único obstáculo entre “la T” y el triunfo.

Pero el gran arquero riverplatense, nada pudo hacer cuando Tomás Pochettino habilitó a Bustos, quien hizo un autopase ante Javier Pinola y que cuando salía Armani, la picó por encima y con una pisada “canchera” definió con el arco vacío. River no fue River. De los titulares coperos sólo estuvieron Enzo Pérez, quien no jugará el jueves en Paraguay ante Cerro y Franco Armani. A los nueve restantes se los notó faltos de ritmo, imprecisos con la pelota, sin tomar buenas decisiones.

Pero el gran responsable de todo esto fue Talleres, que siempre le estuvo encima. No lo dejó armar juego y le cortó todas las comunicaciones por el medio y los costados. Pratto y Scocco quedaron rápidamente desactivados. Por eso fue que a River le costó arrimarse tanto al arco de Guido Herrera.

Sin embargo, Talleres no sólo se dedicó a contener. Esa era una parte del plan. Cuando recuperó la pelota, el equipo salió muy rápido por las bandas. Por la derecha, Franco Fragapane hizo una tarea sacrificada, por la banda derecha y Tomás Pochettino dio una mano por la otra. Cuando tuvo la pelota, se puso detrás de los delanteros para abastecerlos. Nahuel Bustos y Jonathan Menéndez intercambiaron posiciones. Se movieron por todos lados y el goleador, echándose atrás y a los costados y metiéndose en diagonal, complicó a River.

Sólo en los 15 minutos finales, Talleres dejó de pensar en el arco rival. El DT paró un 4-4-1-1. El pitazo final de Néstor Pitana cerró una noche que puede cambiar el destino de Talleres en la presente Superliga.