La "T" ya extraña al intendente de la Boutique, quien murió a los 102 años. Hinchas lo despiden en "su" estadio. 

Y un día Francisco Cabasés decidió emprender el viaje final. Fue ayer, pero seguro, con 102 años, haya estado jugando tiempo de descuento desde hace rato. Pero fijate vos, “Paquito”, que te fuiste cumpliendo el sueño que alimentaste desde que “tu” Talleres descendió a la Primera B Nacional, casi 15 años atrás.

Vos que desde tu cargo de intendente del club, cuidando sus instalaciones y cortando el pasto el campo de juego de la Boutique durante una vida, no podías irte a reencontrarte con “el Tata” Sánchez, “la Wanora” Romero, Miguel Ponce, Atilio Willington, el maestro Rubén Bravo, Amadeo Nuccetelli y tantos más, sin el equipo en Primera División.

Sí, porque tuviste cerca más de 70 años de tu vida, enlazados con Talleres, a sus momentos más gloriosos. Naciste en 1916. No merecía tanta longevidad que te fueras con el equipo debatiéndose en el Federal A y en la B. Pudiste verlo afianzado en Primera, volviendo a jugar la Copa Libertadores y siendo protagonista. Lo sufriste como nadie, pero el círculo se terminó cerrando de la forma más perfecta.

Porque comenzaste a enamorarte y a participar activamente de la vida de la institución de barrio Jardín a mediados de la década del 30. Una década infame en lo político, a partir de la que, con menos de 20 años, comenzaste a ser el testigo viviente de los más fructífero y perjudicial de la historia del club, de sus epopeyas y fracasos deportivos, de sus tantas agonías e iguales resurrecciones.

Porque ese moñito azul en forma de “T” y el bastón que siempre te acompañaron como símbolo y con los que llegaste a arengar a multitudes en el Kempes, eran una convocatoria para un final mejor.

Porque si la historia la escriben los que ganan, quiere decir que hay otra historia. Y una parte de ella, rica, provechosa, plagada de anécdotas y vivencias vinculadas a la “T”, la escribiste vos. Perdón por “tutearte”, pero no te gustaba que te trataran de usted, quizá porque siempre te manejaste con la energía de un pibe.

Por eso te fuiste con una lucidez envidiable para tu edad. Recitando de memoria a cada uno de los presidentes del club que viste pasar en tantos años. Y también evocando los buenos tiempos del radicalismo, al que adscribiste desde muy jovencito, poco tiempo después de tu llegada a Córdoba desde tu Chabás natal, en Santa Fe.

Esta vez no te toca hacer el viaje en uno de los camioncitos de la empresa Unión, propiedad de tu padre, que manejaste de adolescente, muchos años atrás, para hacerte de tus primeros pesos.

Este trayecto, viejo Paco, será sólo de ida, pero tu figura queda eternizada en la cancha albiazul, que lleva tu nombre. Y en ese campo que durante tantos años dejaste al ras para cada entrenamiento o partido, hay un pedazo tuyo.

En el prólogo del libro que este periodista escribió hace nueve años sobre la vida de “Paco”, Lo que yo viví en Talleres, autobiografía que llevó meses de trabajo a tu lado, recordando anécdotas y vivencias, Osvaldo Wehbe te definió como “el Hombre T”.

“Hay cosas que forman parte del mobiliario de un lugar. Que están desde siempre y que si un día desaparecen, seguramente su ausencia se notará demasiado”, subrayó “el Turco”. “Paquito”, tu ausencia ya comienza a notarse. ¡Buen viaje!