"Bebelo" cuenta cómo venció el miedo de no volver a jugar hasta convertirse, a los 20 años, en el “10” de Talleres en el regreso a Primera.

¿Quién te ha visto y quién te ve Emanuel Reynoso? Se ganó ser el “10” de Talleres, dentro y fuera de la cancha. A sus condiciones les dio orden y a su persona, madurez. Así ganó la preferencia del exigente Frank Kudelka y postergó a Daniel Ludueña y a Nicolás Giménez, un camino que ya supo recorrer en la B Nacional con el cuadro del que es hincha. Ahora que tiene ese lugar soñado en el Mundo Talleres, ya sabe qué hacer para no caerse. “Lo tengo claro”, le enfatiza a Mundo D.

De repente, sale de practicar en la Boutique, a bordo de su VW Gol negro y los hinchas le piden selfies, autógrafos, una camiseta. Todos quieren algo suyo. Pero “Be­belo” no se marea.

“Me acuerdo de todo. De la operación. Me acompañaron los profesores Eduardo Larghi y Sebastián De La fuente, que están en inferiores. Me ayudaron como Daniel Albornos, que era mi DT. Me cuidaron”, dice.

No tiene problemas en contar aquel episodio en el que su vida corrió peligro. “Estaba en la casa de un amigo. Dejé la moto fuera de su casa. Un ladrón se la quiso llevar, lo impedí y me disparó. La bala entró por la rodilla izquierda. Pensé que no iba a jugar más al fútbol. Me operaron y tuve un mes de recuperación. Soy creyente. Dios me ayudó mucho y el club me dio todo para poder recuperarme. Con la ayuda de mi familia salí adelante. Uno de mis hermanos me puso ‘Bebelo’. Una variante de bebé. Cuando jugué el primer partido como titular en el Kempes, frente a Brown de Madryn (el 28 de enero pasado), fui feliz”, cuenta el volante.

El camino del regreso fue lento y sinuoso. “Bebelo” creyó que retornaría a su lugar en el plantel profesional. Pero no, debió arrancar desde el Tallerito. Se enojó, dejó de jugar, se refugió en su familia y el club lo fue a buscar. “Volver fue difícil. Bajé del plantel a cuarta y luego al ‘Tallerito’, donde estuve un tiempo largo, hasta el regreso al primer equipo”, recordó Reynoso.

–Te enojaste...
–Sí. Me enojé mucho, estaba bajoneado por lo que me había pasado. Pero entrené mucho para volver. Con el apoyo de mi familia y de todo el club. Los médicos y los kinesiólogos se portaron.

–Dejaste de jugar con los amigos los campeonatos de barrio que ofrecían premios monetarios. ¿Te costó?
–Sí. Pero yo lo hacía porque me encanta jugar al fútbol. Nací en barrio Ituzaingó y tengo muchos amigos. Cuando empecé a jugar en Primera, dejé todo. Me costó. Ahora, los visito. Los otros días fui al Cibi, donde jugué. Me regalaron una camiseta. También estuve en Peñarol, dos años.

Y así fue. Hizo borrón y cuenta nueva. En 2014, Sergio Coleoni lo puso algunos instantes ante Alvarado y sumó minutos en Copa Argentina contra Alumni. En la era Kudelka, “Bebelo” demostró que ya “había entendido”. Fue a la pretemporada a México, el DT lo citó para jugar frente a Independiente de Chivilcoy cuando Talleres ya había clasificado a la segunda fase del Federal A y finalmente pudo jugar unos minutos ante Unión de Aconquija, el día de las 60 mil personas en el Kempes.

–¿Cómo fue tu primer diálogo con Kudelka?
–Me brindó su confianza. Me dijo que la oportunidad llegaría. Entrené con todo. Logré jugar con Darío. Ascendimos con un grupo bárbaro a Primera. Entendí. Estuve tranquilo y trabajé para tener la oportunidad. Hay muchos chicos que la están peleando. Ramis lo está haciendo también. Guiñazú apoya a los más chicos, lleva el grupo adelante. Es buena persona y humilde. Lo quiero mucho.

Reynoso fue titular en la B Nacional hasta que se recuperó Ezequiel Barrionuevo, festejó un nuevo ascenso y, ya en Primera, fue “el 10” titular. Al fin.

–¿Llegaron los amigos del campeón? ¿Sabés cómo cuidarte de ellos?
–Sí. Estoy tranquilo. Vivo esta profesión que es hermosa. Crecí. Antes jugaba de enganche y nada más. Ni marcaba. Ahora aprendí a hacerlo. Me ordenan “el Cholo” y Leonardo Gil. Hoy son pocos los enganches que juegan en el fútbol. Tengo que seguir en ascenso. En el barrio, tengo amigos que no llegaron y eran mejores que yo. Con Kevin Cuquejo no se la dábamos a nadie, ja. Sebastián Salas llegó a Boca, luego dejó, pero yo quería ser como él. Ahora me alientan y están contentos por lo que vivo.

–¿Por qué la 33?
–Cuando llegó Daniel Ludueña, él pidió la “10”. La opción fue la “33”, que es la edad de Cristo. Me dejaron. No hubo problema. Voy mucho a la iglesia. Con Él voy a llegar muy lejos. Hay que tener fe. Hay que mantenerse. Cumplí dos sueños con los ascensos a la B Nacional y a Primera, pero resta el de ser campeón en la máxima categoría. Quiero lograr eso con esta camiseta.

–¿Cómo ves a Talleres?
–Lo veo bien. El grupo está bien. El club está bien y se ve en las inferiores, en el predio. Tenemos que estar tranquilos. Hay que ir partido a partido.