El 5 de julio de 1998, "Lute" Oste convertía un penal que pasaría a la historia y le daría a Talleres el ascenso contra Belgrano. Un partido para la historia del fútbol.

Fue un 5 de julio de 1998. El día en el que Córdoba se paralizó con uno de los partidos más importantes de su historia. Talleres y Belgrano, Belgrano y Talleres, jugaron la segunda final por el ascenso a Primera División.

Una multitud acudió al Chateau Carreras y presenció la victoria de los albiazules por penales después de un partidazo (la "T" ganó el de ida y la "B" el de vuelta).

Aunque el Pirata perdió esa chance de subir, no se amargó y días después lograría hacerlo frente a Aldosivi.

La síntesis de la final del '98

Belgrano: Bernardo Ragg; Cosme Zaccanti, Diego Alarcón, Hernán Medina, Norberto Testa; Horacio García, Adrián Ávalos, Guillermo Guendulain, Hernán Manrique; Luis Sosa (c), Cristián Carnero. DT: Ricardo Rezza.

Talleres: Mario Cuenca (c); David Díaz, Horacio Humoller, José María Rozzi; Andrés Cabrera, Javier Villarreal, Fernando Clementz; Daniel Albornos, Diego Garay; José Zelaya, Ramón Medina Bello. DT: Ricardo Gareca.

Goles: ST: 9m Albornos (T), 34m Carnero (B) y 45m Sosa (B), de tiro libre.

Cambios: ST, 13m Carlos Gómez por Medina (B) y Luis Artime por García (B), 29m Rodrigo Astudillo por Garay (T), 37m Gustavo Lillo por Albornos (T) y 41m Roberto Oste por Zelaya (T). En tiempo suplementario: Cristian Binetti por Gómez (B).

Expulsados: ST: 14m Testa (B) y 28m Medina Bello (T).

Nota: definido por penales tras 120 minutos.

Cancha: Estadio Córdoba.

Árbitro: Horacio Elizondo.

Día: domingo 5 de julio de 1998.

La recaudación no fue récord. Los 717.844 pesos del segundo clásico no lograron superar la marca del Talleres-Instituto del ’94, con 873.335.

Así lo cronicó La Voz


Por Julián Cañas

Mediodía soleado, del 19 de marzo de 1998. Ricardo Gareca y Ricardo Rezza llegan puntuales a la cita. Fue un almuerzo para hablar de fútbol, de dos hombres de fútbol, que estaban por encarar como entrenadores de Talleres y Belgrano, la recta final de la fase Campeonato por el ascenso a Primera de aquel año.

Sin frases explosivas, propio del estilo mesurado de ambos protagonistas, coincidieron en hablar de la “presión” que existía en aquel momento de una Córdoba sin equipos en el fútbol grande.

“Los hinchas y también los periodistas deben comprender que esto es fútbol y que nada es fácil. Hay que salir de la encrucijada: ascenso o muerte”, parafraseó “el Tigre” Gareca, DT de Talleres.

Rezza no se quedó atrás. Venía de lograr el ascenso un año atrás, con Gimnasia y Tiro de Salta, justo ante el equipo de barrio Jardín.

“No se puede comparar la presión que hay en Belgrano con lo que viví en Salta. Acá se siente en cada rincón de la ciudad”, agregó el entrenador de Belgrano.

El título de la nota de aquel almuerzo fue: “La mesa está servida”.

En la ciudad se palpaba que los dos equipos más populares estaban ante la gran posibilidad de sacar al fútbol cordobés de la triste realidad de no tener un equipo en la máxima categoría.

Aunque a Gareca no le gustó el título, por aquello de la presión, pero 120 días después ambos equipos habían logrado su pasaporte a Primera.

Final

Con un aditamento: el 5 de julio de 1998, Talleres y Belgrano jugaron la final más importante de la historia del fútbol cordobés, que terminó en un festejo para los de barrio Jardín. Con Gareca en el banco, que se ganó un lugar imborrable en la “T”.

Pese al duro traspié ante el rival de toda la vida, Rezza tuvo la gran virtud de recuperar al equipo y 15 días después poner al conjunto de Alberdi también en Primera, consiguiendo el segundo ascenso.

En un devastado vestuario pirata después de la derrota, Rezza fue el único que parecía entero. “Acuérdense, muchachos, también vamos a ascender”, les dijo a dos periodistas de este diario. Pero esa fue otra historia.

Los albiazules aún recuerdan aquel ascenso, en una agónica final que Talleres terminó ganando por penales, con el último remate de un ex-Belgrano: Roberto “Lute” Oste. Al igual que el goleador, Gareca se ganó un lugar en la historia de Talleres por ser el conductor de aquel proceso.

“El Tigre” llegó en septiembre de 1997, más por su fama de goleador implacable, que por sus logros como DT.

Talleres vivía una realidad complicada: dos finales consecutivas perdidas por el ascenso y una sequía de 14 años sin triunfos ante el rival de toda la vida.

El arranque del ciclo Gareca no fue el esperado. Perdió un clásico con Belgrano, pero luego Talleres rompió la racha y ganó cinco choques seguidos, incluido el histórico por penales.

Con algunos jóvenes atrevidos como Rodrigo Astudillo, Daniel Albornos y Diego Garay, más la experiencia de otros como José Zelaya y Ramón Medina Bello, el Albiazul llegó a esa final con sed de revancha.

Al frente, la “B” estaba sustentada en dos intocables: Luis Fabián Artime y Luis Sosa. El uruguayo sacó a relucir toda su calidad para darle el triunfo a Belgrano en la segunda final y estirar la angustia hasta los penales.

Fue triunfo albiazul, en un final infartante. Todos coincidieron que la suerte de los penales se inclinó hacia el que mejor jugó, pero también al más necesitado.

Le hubiera sido difícil a Talleres recuperarse de una hipotética caída, que hubiera sido un tercer traspié consecutivo por el ascenso. Belgrano se juramentó ascender tras aquella tristeza y lo logró pocos días después. Pero hace 18 años, el festejo histórico fue albiazul.