Casi 40 años entre Talleres, Belgrano y Racing. El médico deportólogo llegó a rendir libre 2° año para trabajar antes. La honestidad, lo que aprendió con DT como Basile y su relación con los jugadores.

Julio Ferreyra lleva casi 40 años como médico deportólogo y cuando se transita por esas fechas, el entusiasmo de la vocación empieza a cabalgar con los balances que propone la memoria. “Julio”, así a secas, pasó gran parte de esos años en Talleres, pero también dejó su huella por equipos inolvidables de Belgrano y Racing.

–¿Por qué médico?
–Por la pasión del fútbol. Ya me queda poco hilo en el carretel. Estoy pensando en retirarme. Es justo. Llevo más de 35 años y es tiempo para tomar un descanso. Quiero agradecer a mi esposa Susana y a mis hijos Marcelo (jugó en Racing, Belgrano) Cristian (médico en inferiores T) y Flavia, que han tolerado las situaciones que tiene esta profesión. Fui médico porque siempre me gustó la humanística. Desde chico. No me llevaba bien con los números. Lo tomé con tanta seriedad que hice la carrera en cinco años y no es petulancia. Iba a rendir segundo año libre con quien hoy es el doctor Silvester. Me inculcó recibirme antes para poder trabajar. Era una locura rendir segundo año libre. Estaba química biológica y radiología. Pero me dijo que lo podíamos preparar en el verano. Eramos humildes y prepararme para esas materias costaba dos sueldos de mi viejo, que era empleado de la Fabrica Militar de Aviones. Porque había que estar todo el día. No me animaba a decirle a mi viejo que necesitaba esa plata. Pero me dijo que sí y le costó. No sé de donde la sacó. Rendí bien, pasé a tercer año y aprobé sin llevarme nada. Eso puso orgullosos a mi padres.

–¿La especialización?
–Por mi amigo Aldo Boucher, que era traumatólogo en la Liga Cordobesa. Fue el director del Congreso de Medicina en el Deporte en el Mundial 1978, que se hizo en el estadio. Me llevó a Racing de Nueva Italia. Hice las primeras armas en traumatología. Participé en las primeras cirugías con él. Me enseñó a tratar con los jugadores. Sigo con el mismo entusiasmo del primer día. Pero debe llegar un límite. Uno tiene cierta edad y debe formar a otros para que me sucedan. Que ya lo estoy haciendo. Ya empecé a pensar en dejar. Los ciclos hay que respetarlos.

–El inicio en Racing y con Basile...
–Bravo. Soy su amigo. Era chico y me tocó lidiar con Alfio Basile. Me considero uno de sus mejores médicos que tuvo. Aprendí mucho de él. Hasta de medicina. La medicina en el deporte es distinta. De actuar rápido, de tener personalidad. Compartimos reuniones familiares. Le iba a poner vitaminas a los jugadores. Me frenó y me dijo: “No le pongas. Es todo psicológico. Si no tienen dolor. Te aseguro que si le pones cualquier placebo, se van a sentir igual. Y si le decís que el inyectable hace efecto más rápido que el comprimido, no tendrás que convencerlo”. Me negué. Pero tenía razón. Había que convencer al jugador. Ahora todo ha cambiado.

–Talleres y Belgrano, en etapas...
–Con todos los cuerpos técnicos me llevé bien. Con algunos tuve altibajos, pero fui respetuoso. Siempre. Basile, Marchetta, Juan José López, Rezza, Miguel Antonio Romero, Jorge Ginarte y Daniel Willington me marcaron mucho. El “Loco” fue un excelente técnico y sabe llegar al jugador. Nos respetamos. Con todas las bromas que él hacía. Formero se cayó en una practica y me gritó: “Julioooo. ¡¡¡Me saqué el tobillo!!!” Y Daniel dijo: “¿¿¿Con qué número te lo sacaste???”.

–¿Y con los jugadores?
–Tengo un museo de camisetas. Me las regalaron ellos. Por ejemplo, llegué a Talleres y Caranta me saludó muy bien, sin haber coincidido en ningún club. Por referencias de jugadores amigos. Valoro a todas las prendas. Desde el short de Saviola que me dio en un control antidoping hasta la camiseta de Ramis. La del gol del ascenso. Y lo mejor es que aquellos que dejaron de jugar, me siguen llamando.

–¿Detrás del médico debe haber un gran kinesiólogo?
–Sí. Renzi es un gran profesional en Talleres; Arbulú, en Belgrano y Reyna, en Racing. Amigos con los que comparto el trabajo.

–Momentos buenos, sobraron. ¿Malos? ¿Dijiste alguna vez: “Acá no tengo que estar”?
–Sí. Me pasó. Cuando dudaron de algunos diagnósticos y yo tenía la certeza de que era así. Pensé en la posibilidad de irme y lo replantee. La falta de pago por muchos meses. En Belgrano dije que tenía cheques para empapelar una habitación. Eso lo sabés. Después hubo un control antidoping positivo en el que se dudó de mi proceder, aunque tengo buena relación con el jugador. Son cosas que te dejan mal. Nunca actué de mala fe. No saqué ni un comprimido que no me correspondiera. La prestación de servicio, primó ante todo. Sin distinción de credos, razas, camisetas, ni nada. Hay jugadores de todos los clubes que se vienen a ver conmigo y hablo con los médicos para avisarle. Son mis amigos. Y pasa a la inversa.

–¿Y cuando el jugador te dice: “Me duele” y no es así? ¿Y los que piden ser cubiertos porque pasaron de largo?
–Eso es inalterable. La honestidad la mantuve con hidalguía. Si hay algo inadecuado, trato de convencer al jugador para que cambie de actitud. No lo apaño. Tengo la capacidad de hacerlo. Las mentiras se saben. Sobre todo el fútbol. No se transa.

–¿Y cuando el jugador quiere estar aún lesionado porque sabe que si sale del equipo, no vuelve?
–Avanzó la ciencia. Antes por un desgarro, el jugador no se movía por 21 días. Ahora hay medicamentos que se ponen inmediatamente para acelerar la cicatrización y los jugadores se mueven a los 7 días. Pero hay que parar la ansiedad.

–¿Extrañás a alguien?
-A mi papá Julio. Si me preguntás por mi carrera y por el hombre, es porque hay una trayectoria y una buena persona. Quisiera que mi viejo, lo viera ahora. Es lo que buscaban con mi mamá Eva Antonella cuando me educaron.

Un museo de camisetas

La cantidad de camisetas que tiene Ferreyra es increíble. Lo ayudan sus hijos Cristian (médico en inferiores de la “T”) y Marcelo (jugó en Belgrano y Racing). La primera fue obsequio de Luis Amuchástegui en 1977, un referente del Racing que luego sería subcampeón Nacional de 1980. Coloccini le dio la de la Selección; Ariel Boldrini, la 17 de Talleres tras volver de una severa lesión y la de Javier Villarreal vino por un gol a Racing que le había vaticinado.