ANTÁRTIDA. Gustavo y Daniel, hinchas de la T y la Gloria, respectivamente, en Base Marambio.

El fútbol no conoce de fronteras. Y la pasión, no sabe de límites. Por eso mientras Alta Córdoba se apretujaba en el Monumental y otra parte de la ciudad estaba paralizada tras una radio o de la pantalla de TV, el clásico Instituto y Talleres le ponía rojo y azul al blanco de la Antártida, a 3.700 kilómetros de distancia de la Docta y pero con el folklore a mano.

Gustavo y Daniel, dos amigos cordobeses que se encuentran realizando tareas en la Base Marambio, trasladaron su fanatismo al continente austral. Gustavo es fanático de la T, Daniel muere por la albirroja. Lo miraron por Direc TV. “La radio por Internet llega como dos horas después en la transmisión”, explicaron con nostalgia. Se reunieron con el partido ya empezado; tomaron unos mates y algo reparador, porque la temperatura a esa altura era de 19 grados bajo cero.

En la previa, captaron las fotografías a pura emoción con el cartel de fondo, que es una porción de patria: Base Marambio, estación científica y militar dependiente de la Fuerza Aérea argentina.

Gustavo esperó con fe el choque, más allá de la incómoda situación del equipo albiazul con los promedios y el riesgo de perder la categoría. “Siempre le ganamos cuando andamos mal, los tenemos de hijo”, se envalentonó amparado en las estadísticas. Y ni hablar cuando Ezequiel Barrionuevo la colgó en ángulo de Chiarini, a lo Riquelme, para un grito en el silencio que hizo eco en la Antártida.

Había vaticinado un 2 a 0 a favor de los albiazules y estuvo cerca de que el anhelo se hiciera realidad, más allá de que creía que los goles los anotaban Gonzalo Klusener y Agustín Díaz, porque la T era el mejor de los dos en la cancha. Y porque el triunfo era el envión necesario para la patriada de mantener la categoría. “Salgo a festejar con la bandera”, se ilusionó Gustavo.

Daniel, socio y fanático de la Gloria, es integrante de la filial de Buenos Aires, donde reside. Lo dejó venir. Es que recordaba el triunfo por 2 a 1 en la primera rueda, con todo el Kempes albiazul y por Wanchope y Godoy. Y casi se la da de nuevo eso de dar vueltas resultados, cuando después del empate de Juan Martín que festejó hasta derretir el hielo, el Javi Velázquez casi convierte el del triunfo en una de las últimas. “Les perdonamos la vida, si les ganamos se van al descenso”, bramó Daniel. “Terminaron pidiendo la hora, el ganador tendría que haber sido Talleres”, retrucó Gustavo. Al final, empate y apretón de manos, al calor del clásico.

Colores de abrigo. Al momento de tomarse las fotos con las camisetas, el clima en Marambio dio un respiro: apenas un grado bajo cero.