La Navidad de Tomasito. A Tomy, la Fundación Garrahan le reconstruirá el rostro. En 2010, su papá murió al salvarlo de un incendio. Tras ello, Talleres fue clave para su reinserción social.

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Mayo de 2010. Facundo humea. Ya sacó a Nacho y a Bruno de la ardiente casa. Y se zambulle otra vez en ese embudo de humo. Recoge de su cama a Tomás y lo pega contra su cuerpo. Le cubre el torso y lo que más puede y sale disparado, cruzando un túnel de fuego...
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Tomasito se ríe, tímidamente. Pero se ríe. “Quiero la máscara de Ironman y el equipo de Argentina”, dice. Es la carta que le escribió al Niñito Dios. Y aunque hayan pasado tres años del día que su vida cambió para siempre, Tomy tiene razones para creer.

Tomás Tobárez Carreño tiene ya 8 años y la Navidad de 2013 tiene otra forma distinta a la de los últimos años pasados. Su vida está por dar un vuelco espectacular. Definitivamente, la admisión de la Fundación y del Hospital Garrahan de Buenos Aires le auguran una mejor expectativa en su vida. Ya es el mejor regalo que le llegó para esta Navidad. Esta noticia tiene un impacto contundente en su familia, que hace tres años pelea al lado de Tomy para que el espejo le pueda devolver un rostro que él pueda aceptar.

Tomy protagonizó un siniestro espeluznante en mayo de 2010, cuando la casa de su padre ardió de manera incontrolable y le dejó, como secuelas, graves heridas en su rostro y en las manos. Tomás tenía, por entonces, cinco añitos.

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...Una señora corre hacia Facundo que carga a Tomás. El padre tiene el rostro púrpura y ya deformado, chamuscado, del que chorrean gotas espesas. Igual, Facundo para un auto. Las ambulancias no llegan...
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“Tomy sabe todo lo que sucedió. Se lo hemos contado con lujo de detalles, por consejo médico. Pero se trabaja de una manera constante en lo psicológico”, dice su mamá Gisel, de 25 años. Tomy no se va. Se queda. Presencia la charla. Con naturalidad. Juanjo Carreño, su abuelo (47), habla con nervios. Como si las palabras se le pegaran en el paladar y salieran todas juntas pisoteadas unas con otras. Pero no tiene un problema fonético. Es la ansiedad. Es un síntoma de todo lo que se desvive por su nieto. Porque Tomy parece un hijo, aferrado al abuelo.

“Yo siempre le voy a estar agradecido a Facundo. Mi yerno dejó la vida por Tomy, por Nacho. Y los médicos no se explican cómo pudo llegar hasta el hospital en el estado en que llegó”, reflexiona Juanjo.

La tragedia aún persigue a la familia. Es una sobrecarga extra sobre las espaldas. Ya se acostumbraron a vivir con ella, a cuestas. “Nosotros le estamos muy agradecidos a los médicos del Hospital de Niños por todo lo que hicieron por Tomasito. Lo sacaron de tres paros cardíacos. Y por más que Tomy resistió, ellos le salvaron la vida como a un montón de chicos. Lamentablemente, Tomás necesita de un montón de operaciones, correcciones e intervenciones que son imposibles de llevar a cabo en Córdoba”, agrega. Y Gisel, que sabe que el “costo político” será alto, dice que la determinación de acudir a Buenos Aires tuvo que ver con una sola prioridad: la salud de Tomasito. “Acá nos dijeron que iba a quedar así, como está. Que no se puede corregir mucho más. Eso nos dijeron en el Hospital de Niños.

Tomasito tiene una pensión del Pami que no le cubre nada. Yo hice los trámites para que nos tome Apross, pero nunca prosperó nada. Y cuando apareció esta posibilidad del Garrahan, ni lo dudamos”, agrega Gisel.

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Mientras las sirenas se aproximan a la casa que arde en barrio Los Paraísos, Facundo ya es llevado en un coche. En el asiento trasero le va pidiendo disculpas al niño. “Perdón Tomy, perdón hijo”, le dice...
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Tomás se largó a llorar. Su mamá lo abraza. Un médico le sacude la cabeza. Otros dos se sonríen. Uno se agacha y le dice: “Vas a estar mucho mejor, te lo prometo”. Son los primeros días de este diciembre. Y en la Fundación Garrahan le operaron las manitos.

“Es una separación de sus dedos. Para que los pueda maniobrar con más libertad. Aunque le haya quedado una discapacidad (le han quedado parcialmente dobladitos hacia adentro), prácticamente puede hacer todo. Es que cuando se quemó también le afectó a los tendones. Con mucho trabajo y dedicación mejorará mucho la motricidad”, cuenta Gisel. Mientras, los médicos le acaban de comunicar a Tomy que en julio le harán una primera gran operación de rostro. “Es como un raspaje general de la piel y recuperará la pigmentación rosada, la que debe tener. Los médicos nos dijeron que anualmente serán dos a tres cirugías, durante los próximos años. Pero esto que le harán será muy grande e importante. Correctiva y un poco estética también”, completa Gisel.

Tomy tenía programada esta cirugía ahora, pero tuvo terror, se acordó de todos los dolores cuando se quemó (45 por ciento), del miedo que le da entrar al quirófano, pero ahora juntó valor y dijo que en julio se va a operar, porque los médicos lo contuvieron y no lo obligaron a nada”, refuerza.

Cuando Tomy se quemó a los cinco años tuvo quemaduras de primer a tercer grado y lo esperan varias operaciones. “Fue espectacular lo que nos pasó en estos días en Buenos Aires. Tomás se emocionó con lo que le dijeron los médicos y está ilusionado”, agregó la mamá. “Pusieron los Wachiturros”, dice Tomy, que le encantan. Los médicos pusieron canciones del grupo en el quirófano mientras lo operaban de sus manos. “Estaba chocho él”, concluye Gisel.

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Facundo camina en el Hospital de Niños con sus prendas chamuscadas, encarnadas. Lleva en sus brazos a Tomasito y se lo entrega a un médico: “Sálvele la vida a mi hijo”.Facundo se desploma, inconsciente.
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Tomy se para ante el fotógrafo de Día a Día, Nico Bravo. Agarra la camiseta de Talleres y se la besa. Está parado al lado de un arbolito navideño totalmente azul y blanco. Las manitos se acercan a la cara. Las mismas señas particulares. Los contornos sinuosos de una piel castigada por el fuego. Los ojos de un cielo nocturno. Con una estrella en cada pupila. La inocencia pura, el devenir de un nene que tuvo una gran prueba de vida, en el comienzo. La injusticia. El dolor. La pena. Pero también, la esperanza. “Nos queda mucho. Vamos para adelante. Como podamos”, dice Juanjo.

Su abuelo comienza a contar qué hizo que hoy Tomy salga a la calle caminando entre la gente con tanta naturalidad. “La escuela (el colegio San José por el que su padre luchó para que tuviera su banco) fue de una contención espectacular. Sus compañeros. Las maestras, los padres. Si alguna vez hubo algún problemita lo corrigieron ahí nomás. Ya nos dijeron en la escuela que están a disposición nuestra. Que no nos hagamos problemas”, cuenta emocionado Juanjo. “Los chicos, antes de ir a Buenos Aires nos mandaron una bolsa llena de cartas para Tomás”, agrega Gisel. Tomy habla de Nacho y Lautaro, sus amigos inseparables. Los tres son los atorrantes del grado. Y ya pasaron a cuarto. Desde jardín de infantes van juntos en ese grupito. “Nacho, apenas volvió Tomy del accidente, fue el primero en acercarse y hablarlo. Una imagen que no me la olvido más”, dice Gisel.

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Facundo sabe que se va a morir. Pero espera una prueba de vida. En la terapia intensiva del Instituto del quemado Gisel lo visita y le cuenta que Tomasito está bien, que saldrá. Facundo responde con lágrimas. Es la única comunicación que se produjo en medio de la agonía del papá.
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¿Y Talleres? “Fue un cambio total. Tomás pidió ir a la cancha siendo chiquito. Y logró una reinserción social muy rápida. Fue algo que le cambió la vida y eso nos ayudó mucho a todos. En la cancha la pasamos espectacular. La gente se porta muy bien con nosotros y los jugadores nos han apoyado muchísimo, de distintos planteles y de los jugadores actuales”, dice Juanjo.

–Tomy, ¿qué querés ser cuando seas grande?
–Quiero ser futbolista, soy delantero. Quiero hacer goles. Quiero jugar en Talleres.

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En el día 14 de su letargo, el 29 de mayo de 2010, Facundo escucha las gracias de Gisel, por todo lo que hizo. La madre de su hijo, le cuenta que Tomy está fuera de peligro, ya en terapia intermedia. En paz, Facundo ahora sí, decide morir.
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PARA DAR AYUDA


Tomasito Tobarez Carreño aún necesita de la ayuda de todos.

Se necesita siempre material como cremas, vendajes, apósitos y medicamentos. Para afrontar su recuperación es necesario de una manito. Se puede depositar en la cuenta Caja de Ahorro del Banco Provincia de Córdoba, Sucursal 925 (Mercado Norte) Número: 30154708. CBU: 02009258-11000030154780.

Teléfono: 0351-156182194 (Juan José Carreño, abuelo).