Ayer, hoy y siempre. Tres historias de hinchas de Talleres que volvieron a verse las caras con Independiente, 35 años después de aquella histórica final del Nacional 1977.

Hace 35 años, Oscar era un gringo de ojos celestes que llegaba a Córdoba desde San Francisco para aprender lo que era la vida. Y, buscando el mango, llegó a la cancha de Talleres. Era un 25 de enero de 1978. Era la final del Nacional 1977. La T recibía a Independiente y podía ser campeón. Aquella noche, Oscar tuvo su primera vez como acomodador en La Boutique.

Anoche, 35 años después, el mismo Oscar, canoso, con las cicatrices de la vida encima en sus 72 pirulos, estaba paradito en uno de los ingresos al Mario Kempes. Talleres recibía a Independiente por la 10ª fecha de la B Nacional 2013-14. Estaba de la mano con su hija Natalia. Y la nostalgia era inevitable. Oscar, que todavía sigue siendo acomodador (“ahora nos dicen control”) y vive en barrio Cofico, tenía ganas de recordar. Aquel 2-2 y la final perdida siguen en su retina.

“Indudablemente que es un partido con historia. Me da la sensación que aquel Talleres era un fuera de serie. Tuvimos la mala suerte que pasó lo que pasó. Pero cualquier rival de Buenos Aires que pisaba La Boutique lo pasábamos por arriba. El segundo tiempo era todo lujos. Hacía dos o tres goles en el primero. Son épocas pasadas y esto las revive. Este equipo está creciendo poco a poco. Vamos a hacer una buena campaña”, contó Oscar. “Lo último que te digo y anotálo. Yo, en San Francisco, de pibe, era de Independiente. Y después me enfermé de Talleres”.

Más allá andaba José Raúl Ponce, que tiene 80 años. Y una bufanda albiazul que le rodea el cuello. La campera marrón y cientos de canas. Que también son historias. El viejo Ponce puede contar la vida de la T y también de San Vicente, su barrio. Es socio vitalicio y fue otro de los que anoche sintió esa extraña sensación de haber estado en este partido, en otro tiempo. Con otros jugadores.

“Fue 1-1 allá y 2-2 acá. Estuve en La Boutique, hermano. Esa noche casi nos morimos todos los cordobeses. Porque Talleres es Córdoba. Pero revivimos. Talleres siempre revive”, gritó abrazado a su nieto, el famoso Sapo.

Un rato antes, Jorge Torres se escondía detrás de sus lentes y la radio que llevaba pegada a la oreja. Jorge, de barrio 25 de mayo, también relató su vivencia, a sus 60 años. Estuvo en Avellaneda en el partido de ida, en aquel 1-1 que significaba todo un triunfo para las aspiraciones del equipo que dirigía Saporiti. Con el empate era campeón. Y, por esas cosas de la vida, Jorge no fue a la cancha en el juego de vuelta.

“Pero lo vi por Canal 10, en blanco y negro en mi casa. Fue un sufrimiento tan grande que al otro día me levanté a las tres de la tarde. Volver a vivir este partido te da la pauta que estamos creciendo como club. Si no fuera por esta dirigencia, de Talleres sólo quedaría la hinchada”, dijo y se metió rápido a la cancha, como aquel que sabe que ahí adentro está lo que necesita.

Jugó Talleres ante Independiente. Y siempre es mejor recordar así: sintiéndolo.