Ayer, “el Memo” pasó inadvertido en la primera pelota que tocó. Pero, a partir de la segunda, una estruendosa silbatina acompañó cada una de sus intervenciones. Quizá por eso, cuando llegó su momento, el delantero sintió que tenía licencia para descargarse y festejar el gol con desparpajo.

Para entender el “deja vu” hay que remontarse a aquella tarde del 3 de noviembre del 2007, cuando Belgrano recibió a Talleres en un Chateau teñido de celeste, ya que sólo se permitía público local. Y la “T”, que hacía más de un año que no ganaba como visitante, se llevó el partido por 1- 0, con gol de... Borghello.

Ayer, después de meter un cabezazo letal, que dejó sin chances a Juan Carlos Olave, Borghello buscó la pelota y la escondió debajo de la camiseta, como una panza. “Se lo dediqué a mi mujer, que nos acabamos de enterar que está embarazada; también a mi hija y... ( hace una pausa) también”, declaró después. No hizo falta aclarar que la pausa reemplazó a lo que el goleador no quiso mencionar: Talleres y su gente.

“Para mí, (el gol) tiene un significado muy fuerte por la vinculación que ya todos conocen. Pido disculpas por si ofendí a alguien. Me voy con un sabor muy du lce”, dijo Borghello cuando se retiraba del estadio, un rato largo después de finalizado el partido.

Curiosamente, hace cinco años y medio Borghello había celebrado aquel gol en el Chateau de la misma manera, como preanuncio de la llegada de Mía, su primogénita.

Pero, ayer, el festejo del gol no se extinguió ahí. Ante las cámaras, Borghello hizo el gesto de “silencio” y, después, “dibujó” una letra “T” con las manos. El árbitro, Fernando Rapallini, lo amonestó y no estuvo lejos de mostrarle la tarjeta roja por festejo desmedido.