Noir había dado vuelta el resultado, pero en el último minuto la T lo ganó con doblete de Olivera. Pura emoción.

Por Noir, la tarde se volvía noche oscura y los cuervos (salteños) revoloteaban entre los silbidos sobre lo que parecía una derrota consumada. Por Noir, afloraban las dudas fatales en la defensa, y las grietas tan notorias en la última línea que el técnico había parchado en el comienzo de esta temporada. Por Noir, lo que era victoria necesaria para dejar atrás una semana de sacudones, de un sismo que pudo tener una intensidad mayor aún, pasaba a ser un 3 a 2 abajo que hizo rugir a la Willington.

Pero en sólo dos minutos, Talleres pasó a “sí ir”. Fue al frente con arrestos de lo que le quedaba y con amor propio. Y esos dos goles de Enzo Noir para dar vuelta el resultado no se convirtieron en una derrota que podrían haber sido la réplica del sismo de la semana pasada para ser un triunfo heroico, de esos que quedan para el recuerdo y tienen efecto curativo.

Los tiros del final. Talleres empezó arriba, dispuesto a acallar rápido todo lo que se habló entre semana. Pasó al frente con un penal dudoso a Klusener (¿se lo debían del partido en Tucumán?), convertido por el propio goleador, y dejó en claro que si aceleraba con el supersónico Carabajal, lo liquidaba rápido.

Sin embargo, Central Norte es un rival compacto, que sabe lo que quiere y tiene oficio. No se amilanó, buscó y encontró el empate por Campos y dejó en claro que no se rendiría fácil. Ni aún cuando a los tres minutos otra vez la T pasó al frente tras un centro perfecto de Santos que conectó Olego de cabeza y dulce para el gol.

En el segundo tiempo Talleres no supo como manejar la ventaja. Los salteños le quitaron la pelota, sacaron provecho de las dificultades para retroceder de Villarreal y llenaron de zozobra una defensa que hacía agua. Así, por Noir, empató primero y después se puso 3 a 2 luego de un espanto en el área albiazul.

El público pasó del estupor a la bronca y lo hizo saber. Había que ir. Y por “sí ir”, la T se quedó con todo cuando los cuervos sobrevolaban la desgracia. Apareció Olivera, hombre gol, en un arco que tiene bien abierto. Primer empujó a la red un centro atrás de Álvarez, quien pensó en medio de la desesperación general. Y al final, un minuto después, en el último de la noche, cabeceó al gol para que la fiebre fuera delirio. Ganó Talleres por su poder de gol, por saber reaccionar. Porque en este campeonato no puede no ir.