Sigue en el barro... del Argentino A. Talleres perdió con Crucero y no peleará por el ascenso en su tercera temporada en la categoría. Duele.

Hay rachas, sí, las hay. Pero así de crueles… ¡por qué así de crueles! Por qué tanto tiempo de malaria. Duele, molesta, inflama. Lastima. Pesa. Mirando para atrás, todo empezó en esa Promoción con Argentinos Juniors. Mediados de 2004. Increíble.

Después de hacer un campañón, resulta que Talleres se va a la B por dos malos partidos. Fue terrible. Y después no hubo ni tiempo para digerir eso. Como que todo pasó rápido. Cruelmente rápido. Violentamente rápido.

Porque la primera campaña en la B casi termina con otra Promo, pero esta para no irse una categoría más abajo. Porque la segunda temporada terminó en amargura en el Chateau, justo ante Chicago, justo el mismo día contra el que los del clásico rival se aseguraban un puesto para la pelea por el ascenso, algo que consiguieron unos días después.

Y, unos meses más tarde, empezaron esas campañas horrorosas. Como la de esa racha de partidos sin ganar. O la campaña del Tigre Gareca. Ah, y en el medio de todo, la quiebra del club, la salida de Dossetti y compañía. La llegada bajo gerenciamiento de Granero. Los fideicomisarios. El juez Tale.

Y ya en tiempos de promedios flacos y necesidades gruesas, aparece un tal Carlos Ahumada. Y lo que parecía un resurgir termina en ocaso: sábado 13 de junio de 2009, en cancha de Quilmes, descenso al Argentino A.

En esa misma cancha, cinco años antes, si Talleres le ganaba a Quilmes, evitaba la Promo con Argentinos y, quizá, todo lo que le vino después. Y a jugar al Argentino A. Y a sufrir el Argentino A. Y a soñar con salir rápido del Argentino A. Y, como todo sueño que no se cumple, termina en pesadilla. Y la pesadilla es presente.

Y el presente es que Talleres no pudo ganarle a Crucero del Norte y seguirá un año más en este torneo que odia. En la tercera campaña en una categoría semiprofesional, según sus reglamentos, un club que opera profesionalmente no logró salirse del encierro de sus propias presiones y limitaciones. Ese contexto abriga a jugadores y entrenadores.

Les pasó a Roberto Saporiti y a Tito Rebottaro en la temporada 2009/10. Les pasó a Héctor Arzubialde y Gustavo Coleoni en la 10/11. Y también les pasó a Bianco y a Sialle, en esta campaña que terminó ayer, allá en Misiones, sin hinchas de Talleres en el estadio. Pero sí con hinchas de la T ante un televisor que pensaron apagar varias veces. Fueron esos hinchas que gritaron el gol de Díaz. Parecía que era uno de esos días en los que iba a salir todo bien...

Pero salió todo mal. Como hace tiempo. Como desde esa Promo con Argentinos Juniors. Y parece que no se termina más.

Parece que los goles que se necesitan en las difíciles nunca llegan. Que siempre pasa algo. Parece que Crucero del Norte fuera el Milan. Pero jugando en una cancha no mucho más grande de las que hay en la Liga Cordobesa. Y seguro que con mucha menos gente de la que se ve los sábados y domingos en nuestra ciudad. En estos tres años, en estos largos tres años, parece que todos los rivales son más picantes de lo que realmente son.

¿O no, Talleres? Hay que acordarse del Guillermo Brown, que vino de Madryn en bondi y metió cinco pepas en la Boutique. O de Huracán de Tres Arroyos, que en una cancha desolada lo dejó sin chances de ascenso en el Clausura de 2010.

Hay rachas, sí, las hay. Pero así de crueles… ¡por qué así de crueles! Por qué tanto tiempo de malaria. Duele, molesta, inflama. Lastima. Pesa. A renacer, Talleres...

Las claves de otro año sin ascenso


Comité. En la pretemporada un Comité asesor iba a armar el plantel. No funcionó.

Bianco. La elección del DT fue asumida, luego, como una falla fundamental.

Defensa. El aspecto del equipo que más defeccionó fue la línea defensiva.

Local. En Córdoba perdió puntos vitales como contra Racing y Santamarina.

Crucero. Sí, a los misioneros nunca les pudo ganar. Y eso fue determinante.