Ríe Talleres. Arnaldo Sialle fue también artífice de un triunfo inolvidable en San Francisco. Un premio a un DT con convicciones.

Rasposa. Tensa. Rea. La voz de Cacho es ese pedazo de arrabal que se desliza por la lengua y reverbera en el paladar. Las palabras salen con firuletes de compadrito. Las frases remiten a estirpe tanguera. Y su tono es de un sonido de veredas y de calles. De bajadas de bandera de los taxis. Y de puchos a medio camino.

“Sí, corto el cigarrillo y fumo la mitad siempre. No, no está roto. Yo lo corto”, dice mientras pita. Tranquilo y sereno. Los ojos miran como si apuntara con el facón. Y lanza más palabras sin intención de lastimar, pero sí de reafirmar. De contar qué son de sus pensamientos, escondidos detrás de frases hechas.

Porque hoy Cacho, que no quiere saber nada de los mareos, es pueblo. Está en el sentir de la gente. Este Cacho sabe del éxtasis de las victorias y conoce el pastoso rumiar de las derrotas. “Una caída no va a modificar mis convicciones”, dice aún con el humo arremolinado entre los labios. Cacho insiste: “Estoy acostumbrado a la pelea”.

La escena se repetirá al final de esa lucha de 90 minutos. Esa que nacen en los patios de los vecindarios, que se trasladan al campo del arrabal y que detonan entre el que mata y el que muere. Este Cacho no es el de América, pero sí de barrio Jardín y canta con los ojos, mientras la boca dice algo que no concuerda con esa mirada de matón. Cacho es Arnaldo. Arnaldo es Sialle. Sialle es el DT de un Talleres que nada en un mar de almíbar enceguecido por el “volveremos-volveremos” de su gente.

“Hay que jugar tranquilos y prepararse. Lo importante es que estamos vivos, estamos con vida. Mientras tengamos vida hay que seguir luchando. Ganamos bien y ante la adversidad de un gol se jugó al fútbol para lograr el empate”, comentó el DT albiazul. “Hay que entender que el camino para conseguir algo es jugando. Y los muchachos sienten la presión y lo mejor de hoy (por ayer) es que se sobrepusieron”, rescató tras el triunfazo ante Sportivo Belgrano por 4-2 en San Francisco, allí donde más de una vez lo calzaron lindo al Albiazul.

Cacho habla. Pero Sialle piensa. “Estoy contento porque hemos ganado un partido importante, pero también estamos tranquilos porque esto continúa”, repitió el DT que sabe como envolver esas palabras con la misma boca con la que envuelve el filtro del faso, cuando se pone a conversar con él mismo antes de que se convierta en colilla.

Sialle va dejando los pensamientos como la ceniza que cae y se desparrama. Es momento de mirarla con lo justo, porque después no se la verá más. Y no quiere flaquear con lo que quizás sienta por dentro. Y aunque los grabadores se apaguen luego él igual no suelta prenda. Se esconde en un pasillo de los vestuarios de esa cancha aún hirviendo.

Y saca el cigarrillo partido a la mitad, como para convencerse de que su vicio es más corto. Pita sólo y en silencio. Con la boca ya dijo lo que tenía que decir.

Con la mirada parece que se le escapan ojos que saben reír también. Cacho es pueblo. Cacho canta pensando en que quizás sea ese mismo que frasea: Les canta con el alma y con el corazón / ha vuelto el Matador, ha vuelto el Matador / La gente está aplaudiendo su nueva canción /ha vuelto el Matador, ha vuelto el Matador...